"El triunfo de la vida" V domingo de Cuaresma

A falta de una semana para comenzar la Semana Santa, tiempo que algunos teólogos han llamado Semana Grande, los cristianos continuamos preparándonos para celebrar el centro y fundamento de nuestra fe. Con la procesión de los ramos y la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, se abren una serie de símbolos entre ellos cuando el mismo Jesús dice “en verdad os digo que, si estos se callan, las piedras gritaran”, lo que viene a decir que por la fe el creyente que, en medio de tantos sufrimientos, sigue teniendo puesta su esperanza en Cristo.


El evangelio que hoy nos presenta San Juan, cobra importancia en sentido de fe, no solo por parte de Marta y de María hermanas de Lázaro, sino también por parte del mismo Lázaro y sobre todo de Jesús, que es la fuente de la fe. Las hermanas del fallecido tienen fe en Jesús por eso salen a su encuentro echándose a sus pies diciendo “maestro si hubieras estado aquí no se habría muerto nuestro hermano”, para ellas el mal de la enfermedad que lleva a Lázaro a la muerte no tiene mucha importancia como lo es la ausencia de Jesús, porque para los creyentes al ausencia de Dios es vacío, sufrimiento y muerte, para nosotros Cristo es el fin de toda maledicencia, en él no hay muerte sino vida y esperanza, así como él mismo le dice a los discípulos “yo soy la luz del mundo, el que camine bajo mi luz no tropezara”. Los cristianos como creyentes hemos de andar por el sendero marcado por Cristo, actuando como él, es decir siendo compasivos, misericordiosos y caritativos con nuestro prójimo, pero sobre todo hemos de tener fe en él y en su palabra.


Igual que las hermanas tienen fe en Jesús, de la misma forma y más profunda Jesús tiene fe en Dios por eso dice “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre”. esta declaración de la fe de Jesús en Dios, no viene solo para confirmar su creencia en Dios, sino para mostrarnos la unión que existe entre ambos, el vínculo paterno filial. El mismo vínculo que uno tiene con sus padres, y al igual que un padre puede escuchar a su hijo, de igual modo escucha Dios a su hijo Jesús, por el cual, gracias a su sacrificio nos reconcilio con Dios para que también seamos escuchados por Él. Pero Jesús hace esa declaración de fe también por nosotros, para que creamos en él, que es el enviado de Dios; y que creyendo nos salvemos por medio de él.


Jesús nos enseña que es él la resurrección y la vida, por lo que quien en él cree aun estando mil años muerto vivirá y quien vive y cree no morirá para siempre. Lázaro creía en Jesús mientras vivía y tras su muerte, la fe sigue viviendo en lo profundo de su alma, “al igual que sigue viva en la de nuestros seres queridos que al compartir la pasión de Cristo aguardan la gloria de su resurrección”, por eso el poder de Jesús actúa positivamente en Lázaro porque su fe permanecía con él acompañada por las suplicas de sus hermanas, que como hemos señalado antes tenían una fe ciega en Cristo y por eso confiesan “sabemos que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”, “Señor creemos que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.


Si nosotros no caminamos en la luz de Cristo ni confesamos que es el hijo de Dios y sobre todo si no ponemos nuestra fe en él, lo único que encontraremos al final del camino serán las tinieblas. Ellas provocan siempre miedos, desconfianza, pues es andar por un sendero desconocido. En cambio, si ponemos la fe en Cristo como las hermanas de lázaro, y como nos lo enseña el mismo Jesús, tendremos una vida llena de sorpresas positivas, alegrías, sufrimientos que acaban en felicidad.


La cuaresma es donde el cristiano debe hacer un examen de conciencia, mirar cómo es su vida, tanto comunitaria como socio-personal, anotando por una parte todo aquello que considera que le aparta del camino a la luz de Cristo y a poner en una balanza su fe, porque “quien tiene fe como un grano de mostaza podrá decir a un árbol, arráncate de aquí y plántate en el mar y, le habrá caso el árbol, o decir, a ti te hablo levántate y sal fuera”, porque dice el mismo Jesús que, por sus obras los conoceréis. La importancia no está aquí en hacer que el árbol se plante en el mar, ni resucitar a un muerto ni siguiera el poder de perdonar la cual posee todo cristiano, no, lo importante se encuentra en la fe, en la esperanza y en la caridad, si en un cristiano falta uno de estos dones, la creencia en Cristo no es completa, porque al igual que Cristo es el sacrificio, ofrenda y el altar por la que somos reconciliados con Dios, el cristiano debe ser la fe, esperanza y la caridad que nos lleva a alcanzar la vida eterna.