Resucitó nuestra vida y nuestra esperanza

Resucitó nuestra vida y nuestra esperanza

¡Gaudete! ¡Alegraos! ¡Aleluya! ¡Es la gloria de la mañana de Pascua! ¡La muerte ha sido vencida! ¡Resucitó nuestra esperanza!

Con exclamaciones de este tipo se grita la alegría del día de hoy en multitud de iglesias de la cristiandad. Y es que hoy es el día central para los cristianos, el día más importante del año; el día que se ha de recordar hasta el fin de los tiempos. Es el día de la Resurrección del Señor. De hecho, si nos remontamos a los comienzos de la cristiandad, ésta era la primera fiesta del calendario cristiano. Esta fecha, esta celebración, es la fiesta de las fiestas, la solemnidad de la solemnidades...¿Y por qué? Porque en la Resurrección tenemos la comprobación de que Dios estaba y está con Jesús de Nazareth.

Resucitó nuestra fe y nuestra esperanza

Como dice el apóstol san Pablo si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe (1 Cor 15, 14). Tan importante es la Resurrección. Y esto nos pone de frente a la siguiente y crucial pregunta: ¿Y yo? ¿Por qué creo? ¿Creo porque Jesús era una "buena persona" y digna de ser escuchada? ¿O creo porque la fuerza de la Resurrección de Cristo llena mi vida? Es aquí donde se establece todo. Creer en el hombre Jesús o en Jesús el Mesías, el Salvador.

Es, en este acontecimiento trascendental, que se juega el todo de nuestra vocación cristiana. Pero este paso, este salto de fe, no es fácil. Se tiene que hacer un proceso y eso nos lo encontramos en todos los relatos postpascuales de Jesús. Por esto, me parece interesante, haciendo una prolongación de la homilía del Papa Francisco en el Domingo de Ramos, ¿Quien soy yo ante la Resurrección de Jesús?

De frente a la resurrección de Jesús ¿Soy acaso como María Magdalena?

¿Soy María magdalena que tiene el encuentro con el Resucitado en el primer momento y va corriendo a contárselo a los demás? ¿Soy el discípulo amado que cree cuando entra en el sepulcro y ve el lugar donde yacía Jesús? ¿O soy, por el contrario, como los discípulos que a pesar de haber oído, no creo? ¿O como los dicípulos de Emaús, que necesitan un poco más de tiempo y el pan partido para creer?

Cada uno sabemos cómo es nuestra fe, pero aún así, Jesús hace camino en cada uno de nosotros. Y hace camino porque Él ha resucitado de entre los muertos. Porque ha vuelto y nos ha abierto las puertas del Reino perdido. Porque, en definitiva, ya es Señor del cielo y de la tierra.