San Alberto, doctor universalis

En una de las Audiencias generales de los miércoles, el papa Benedicto XVI, dando continuidad a su ciclo catequético sobre la cultura cristiana en la Edad Media, dedicó su intervención a Alberto Magno, Doctor de la Iglesia y patrono de las ciencias naturales. Alberto Magno fue «hombre de oración, de ciencia y de caridad», pero principalmente, hombre de reconciliación y de paz en Colonia, donde gozaba de gran credibilidad. Benedicto XVI explicó que el dominico fue conocido no solamente por su teología, sino también por sus intereses científicos en los campos de la Física, la Química, la Astronomía, la Mineralogía, la Botánica y la Zoología.

 

 

El tema central de la catequesis recuerda que entre ciencia y fe hay amistad, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, a través de su vocación al estudio de la naturaleza, un auténtico y fascinante recorrido de santidad. San Alberto muestra, sobre todo, que entre fe y ciencia no existe oposición, pese a los episodios de incomprensión que se han dado en la historia. La Biblia habla de la creación como del primer lenguaje a través del que Dios, Suma Inteligencia, Logos, nos revela algo de sí mismo. En la Edad Media y en el Renacimiento, el mundo natural se compara con un libro escrito por Dios, que nosotros leemos según los distintos enfoques de las ciencias.

Alberto, llamado Magno, nació hacia el 1200 en Lauingen (Suabia, Baviera). Ingresó, muy joven, en la naciente Orden de Predicadores, se graduó en teología en Colonia, pasando después a enseñar en las escuelas de estudios superiores de esta misma ciudad, de Hildesheim, Friburgo de Brisgovia, Ratisbona y Estrasburgo. En 1240 estaba en París, estudiando teología, donde después enseñó como maestro. Allí conoció a Tomás de Aquino. Hombre enciclopédico, y versado en los más variados saberes de su tiempo, fue llamado Doctor universalis.

Su apertura de mente se revela también en la acogida y en la valoración del pensamiento de Aristóteles. En aquellos tiempos se estaba difundiendo el conocimiento de numerosas obras del filósofo, sobre todo en el ámbito de la ética y de la metafísica. Estas demostraban la fuerza de la razón humana, explicaban con lucidez y claridad el sentido y la estructura de la realidad, su inteligibilidad, el valor y la finalidad de las acciones humanas.

 

 

San Alberto Magno abrió la puerta para acoger la filosofía de Aristóteles en la filosofía y la teología medievales, una incorporación que Santo Tomás elaboró después de modo más sistemático. Esta incorporación de una filosofía pagana pre-cristiana fue una auténtica revolución cultural.

El doctor dominico no se preocupó tanto en llegar a una síntesis en la relación entre filosofía y teología cuanto en destacar su diferencia específica y su emancipación metodológica y, mediante ello, la autonomía de ambos campos. En línea agustiniana, Alberto distingue dos modos diversos de la revelación de Dios en el hombre: uno es aquél de la iluminación general, común a todos los hombres, mediante el cual Él se revela a los científicos y a los filósofos; el otro es el de una iluminación superior, que se refiere al orden de la revelación, y es el campo estricto de la teología.

Alberto Magno vivió la vida entera siempre en camino, abierto a cualquier trozo de verdad y de bondad, viniera de donde fuese.

¿Hay alguien que quiera seguir este camino? Alberto, dominico, nos enseña cómo arrancar. Busca y vive lo bueno, lo verdadero, lo justo… camino al que los frailes predicadores queremos ser fieles.