«Anda, tu fe te ha salvado» XXX DOMINGO DEL T. O.

Fr. Esteban Nko Sipi
Fr. Esteban Nko Sipi
Real Convento de Predicadores, Valencia
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En el evangelio de hoy, Marcos nos relata la última escena de Jesús en su camino hacia Jerusalén. Jesús se encuentra al borde del camino a un ciego llamado Bartimeo, marginado por la sociedad de su tiempo por padecer de una incapacidad física. Sin embargo, con una fe muy profunda, Bartimeo, no dejó escapar esta ocasión al oír el paso de Jesús; entendió que era la única oportunidad de su vida de ser escuchado, de dejarse tocar por el maestro, y actuó rápidamente. Podemos decir que, con esta rapidez y con su fe en Jesús, Bartimeo pudo superar las voces que le impedían acercarse al camino, a Jesús. Podemos decir también que la ceguera de Bartimeo representa la ceguera de los que le impedían acercarse a él: realmente ellos son los verdaderos ciegos, porque no pudieron ver a Jesús en el necesitado.

¡Amadísimos hermanos! Hoy, en nuestros barrios, en nuestros puestos de trabajo, tenemos a muchos hermanos nuestros que están al borde del camino: los pobres, los oprimidos, este joven que se siente discriminado por sus compañeros, este compañero de trabajo que anda preocupado por la matrícula de sus hijos, aquel anciano que anhela que sus nietos le regalen unos buenos días… Son gente que convive con nosotros, gente que necesita nuestra ayuda para introducirse en el camino y les mostremos una salida, como hizo Jesús con Bartimeo. Pero como vemos las cosas solo con los ojos, sin hacer el esfuerzo de interiorizarlas y mirarlas desde el corazón, nos resulta difícil comprender y tender la mano. Todos somos familia y hermanos en Cristo Jesús: sería injusto que los «acomodados» quieran que la miseria de los «incómodos» permanezca oculta.

Nos cuenta el evangelio que Jesús devuelve la vista al ciego. Podemos decir que este milagro tiene una repercusión muy profunda en la vida de Bartimeo: él empieza a ver no solo con los ojos, sino que, tocándole las entrañas, empieza a ver y percibir las cosas desde su corazón. Bartimeo abandona su manto, su cayado, donde hasta entonces se sostenían su vida y sus proyectos, y decide seguir a Jesús, fuente de vida y esperanza de todo marginado. Este es un ejemplo para nuestra sociedad: ¿compartimos con los demás lo que recibimos gratis o nos aferramos a ello? En cambio, el ciego no actúa de una manera cualquiera, no se encierra en su alegría, sino que decide seguir y anunciar a otros la gracia que ha recibido.

Pidamos que el evangelio de hoy nos cure de nuestra ceguera, la cual nos impide ver el sufrimiento de aquellos que están al borde del camino, y que el ejemplo de Bartimeo nos anime a abandonar todo, saliendo a anunciar y compartir la alegría de la fe.