El amante cercano y el predicador orante - V Domingo T.O.

Fr. Néstor Rubén Morales Gutiérrez
Fr. Néstor Rubén Morales Gutiérrez
Convento di Santa María sopra Minerva, Roma
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El Evangelio de este V domingo del tiempo ordinario se enmarca en continuidad con el domingo anterior. Jesús sale de la sinagoga después de liberar a un hombre poseído por un espíritu maligno, va hacia la casa de Simón y Andrés, ésto lo hace en sábado, contradice la ley que prohibía hacer curaciones ese día; también expulsa los demonios, se retira a orar y luego continúa su predicación. Centrándonos en lo que hizo Jesús, os quiero compartir dos imágenes que se ven muy claras en el evangelio y que podrían iluminarnos.

Un Dios cercano Vs un Dios lejano.

Lo propio de Dios es amar y lo propio del amante es acercarse en busca del bien del amado. Para Dios todos valemos, todos importamos, todos tenemos una dignidad sin igual. Un Dios amante es un Dios cercano, por eso Jesús se acerca a la suegra de Simón... y, “¡atención!”, la coge de la mano y la levanta. Jesús transgrede la ley. El hecho es muy significativo porque acercarse a una mujer con fiebre en sábado, no era bien visto por lo judíos, pero el amor de Jesús, que es un amor cercano, va más allá de si es bien visto o no. La cercanía de Jesús es una cercanía sanadora, se le pasó la fiebre y luego ella se puso a servirles. El servicio es otra expresión del amor. Luego, el maestro continua curando enfermos y expulsando los demonios.

En la fiebre de la suegra de Simón y en la enfermedad y los demonios de esa gente estamos todos reflejados. Nuestra fiebre es el ansia de poder y su demonio la autosuficiencia, nuestra fiebre es el ego engreído y su enfermedad la soberbia, nuestra fiebre es pasar del otro y su demonio la indiferencia. Dejarse sanar por Jesús es permitir que nuestro termostato recupere su temperatura inicial, los treinta y cinco grados que plantea la medicina contemporánea. Jesús nos ofrece la medicina que todos necesitamos, nos ofrece su amor, porque lo único que transforma el corazón humano y nos hace cambiar es el amor que nos den. Un Dios que es capaz de sanarnos, acogernos y levantarnos es un Dios cercano y creíble.

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Orar para predicar

Está claro que Jesús, en todo momento, inicia su actividad invocando al Padre. No hay predicación creíble sin oración profunda, la oración se traduce en acciones. Jesús ora dando gracias al Padre por todo lo ocurrido. En la humildad de su oración está la grandeza de su acción. Porque todo lo había hecho bien, la gente hablaba de él y así todo el mundo lo buscaba. No era su interés quedarse en Cafarnaúm ni disfrutar de su fama, sino predicar desde el servicio y ser fiel a su misión. Nosotros, los predicadores, sacerdotes, catequistas… hablamos mucho de Dios, pero quizás nos falte hablar más con Dios. Estamos llenos de activismos, pero igual nos falta hacer de la presencia ante Dios nuestra actividad fundamental.

En suma, dos imágenes del maestro se nos presentan en el evangelio. Jesús como el amante cercano, un amante que quebranta la ley porque sabe que el amor no ata, sino que libera, un amante que al acercarse acoge, sana y levanta; pero también estamos en presencia de Jesús como predicador orante, predicador que sabe que la predicación verdadera, es el fruto de la oración confiada.