Desafíos comunitarios

Desafíos comunitarios

Lo que se planteará en este pequeño escrito es tratar de responder a la siguiente pregunta: ¿Es posible vivir en comunidad hoy? En la lógica de la sociedad, no; para nosotros, los religiosos, muchas veces lo vemos ya como utopía.

¿Por qué para la sociedad no? Es evidente que vivimos en una época de incertidumbre y de fragmentación. Todo es tan diferente que no tiene sentido creer y apostar por lo inconmovible, por grandes opciones sociales, científicas, morales y, no digamos, religiosas. Pareciera ser que todo es fugaz, cambiante y débil. En consecuencia, los religiosos lo vemos ya como utopía porque cada vez somos menos, nos da miedo ver cómo otras familias religiosas van desapareciendo, pareciera que esté proyecto de vida ve su punto final. Sin embargo, nuestro hermano dominico José Antonio Solórzano afirma que no vamos a desaparecer: antes hubo demasiados religiosos y ahora nos alarmamos por lo que realmente tiene que ser normal.

Lo primero para que os habéis congregado en comunidad es para que viváis unánimes en casa y tengáis, en Dios, una sola alma y un solo corazón (San Agustín).

Después de esto, como cristianos los invito a no quedarnos con la visión negativa que tenemos de la forma de ver la vida, tanto de la sociedad como la nuestra (los religiosos), sino que vamos más allá. Para eso, veamos qué significa vivir en comunidad; el primer concepto que se nos viene a la mente es la de un grupo de personas que viven juntos bajo ciertas reglas y con un mismo objetivo o interés. Por consiguiente, nos imaginamos un grupo de personas que trabajan, comen, salen, ríen, pelean, se enojan y resuelven sus problemas para seguir viviendo bajo el mismo techo. Además de vivir la cotidianidad, nos imaginamos también una serie de problemas que puede haber como el individualismo, dificultad en las relaciones personales, dispersión de lugares y tiempo en las actividades, y, todo lo que implica vivir en comunidad.

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Ahora bien, ¿cómo es vivir en una comunidad religiosa? En primer lugar, no pensemos que por ser un grupo de religiosos todo es perfecto, que no lo es, pero intentamos vivir según lo que hemos profesado como dominicos. Y lo primero que aparece en nuestras constituciones es la Regla de San Agustín, que hemos adoptado: Ante todo, queridos hermanos, amad a Dios y también al prójimo, porque estos son los principales mandamientos que se nos han dado. Por tanto, esto es lo que mandamos observar a quienes vivís en el convento. Lo primero para que os habéis congregado en comunidad es para que viváis unánimes en casa y tengáis, en Dios, una sola alma y un solo corazón.

¿Qué significa vivir unánimes en casa y tener en Dios una sola alma y un solo corazón? No es otra cosa que aprender a aceptarse como hermanos, tener sentido de pertenencia, capacidad de hacer hogar, reconocer y aceptar las diferencias, procurar unos a otros poner los medios para crecer humana, espiritual y evangélicamente; la necesidad del sentido de la vida, ser fecundos, es decir, ser conscientes de dar vida social y comunitariamente; lugar donde se ejercita el amor auténtico, el amor al otro. Todo esto, sin olvidar la importancia fundamental de la persona de Jesucristo, su proyecto: el Reino de Dios. En definitiva, la comunidad religiosa es nuestro ecosistema, es el lugar donde se hace la vida, porque comunidad fue lo que fundó Jesús.

Para terminar, cabe decir, que sí es posible vivir en comunidad hoy. No obstante, es importante recordar que no somos perfectos y, desde nuestras deficiencias, tratamos de construir una comunidad que sea el ejemplo de predicación hoy y en todo momento. Además, sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación (Evangelii Gaudium, 87).