María nos viste de blanco y negro

Fr. Jesús Mendoza González
Fr. Jesús Mendoza González
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria, Tenerife

Fiesta del Patrocinio de la Virgen María sobre la Orden

No sé si responderé con estas letras a lo solicitado por mis hermanos estudiantes, pero el estar en contacto con ellos, sentir su cercanía, su cariño, sus ganas de trabajar y su fraternidad, es algo que me estremece, renueva mi ilusión y me compromete.

Me han pedido hablar de María. Hablar de la madre de Jesús como protectora de la Orden, es decir nada más y nada menos que ella es nuestro ejemplo de contemplación del misterio de la Encarnación. En todos los evangelios podemos encontrar rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María. Su visión nos ayuda a amarla, imitarla, y confiar en ella con un espíritu más evangélico, es decir, más acorde con Jesús.

En María podemos ver que lo que resalta es la salvación de Dios que llega a todos por caminos insospechados, superando todos los límites que queramos poner, incluso hasta la propia inteligencia de los humanos. Dios conduce la historia de la salvación por encima de todas las posibilidades humanas que podamos intuir. En María misma vemos claro, por encima del tema de la virginidad, que aparece la decisión de Dios de llevar las riendas de la esperanza y de la salvación; y dentro de esta decisión hay una palabra clave que nos tiene que interpelar a la hora de hablar de nuestra vocación, y ante las perplejidades que nos pueda ofrecer la vida: ‘no temas’.

Al igual que en María, en nuestra vocación de frailes predicadores hay un saludo y un anuncio: ‘Dios está contigo’. María se quedó perpleja, nosotros no somos menos. Pero este anuncio, esta llamada, nos enseña que es la salvación de Dios lo que importa y no los modos concretos. Nos enseña que donde quisieran entrar los cálculos humanos, cuando hablamos de vocación no caben en modo alguno. Sobre María, al decir su sí animoso y confiado, reposa la sombra del Espíritu y se hace presente Dios; y por consiguiente, nace la salvación anunciada creída por María, y que nosotros, como hijos de Santo Domingo, tenemos que predicar.

Desde que María tuvo la experiencia de llevar a Dios en sus brazos, se convirtió en la madre del amor. La esencia de nuestra vida de frailes es ese amor, por tanto, esta fiesta del patrocinio de la Madre de Jesús sobre toda la Orden, significa que nuestra experiencia cristiana, desde nuestro carisma tan peculiar, llega hasta el corazón mismo de la fe vivida. Pero vivida de verdad, me explico: en la vida, que únicamente será buena cuando se entrega como don; porque vivir es amar un amor que se da. María como nuestra protectora es el corazón amante en nuestras vidas. María como nuestra protectora averigua cuáles son nuestras necesidades y, con la franca sencillez de una madre, las presenta: ‘ya no tienen vino’.

Sentir a María como protectora nos da la fuerza y la certeza de que en ella se cumplen las esperanzas de todos los tiempos. Porque ella es sueño hecho realidad: Dios salva en Jesús. En María se hace verdad lo que Dios ha puesto de manifiesto siempre: ‘en la debilidad él se hace más presente’. Sentir a María es sentir a una mujer valiente, creyente, con miedos aparentes, pero con decisiones serias; que ha dado ejemplo de que las preferencias de Dios están en los pobres, en los débiles, en los que no cuentan, incluso en aquellos que sintiendo el ‘no temas’ de Dios, sienten el peso de la opresión de los que deciden, mandan y sencillamente hacen de la ley su propio palacio.

Seguro que a ti, que te estás planteando ser fraile dominico, te han hablado de una antorcha, pues bien ¿Dónde crees que está la antorcha de la esperanza? Aquí, entre tú y yo, creo que quizás solo en la palabra que María, quitados los miedos, supo pronunciar como palabra de lucha: ‘hágase en mí lo que tú quieres’.