Entregar la vida, solo por amor

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid

 

San Pedro de Verona

La Orden celebra el 4 de junio, junto con toda la Iglesia, la fiesta de san Pedro de Verona. Le puso el hábito de nuestra Orden el mismo santo Domingo. Luego se dedicaría a predicar intensamente, sobre todo entre los herejes cátaros. Fervoroso defensor de la vida comunitaria, la defendió con verdadero tesón. Después de una vida entregada totalmente a la misión, murió mártir de Cristo el 6 de abril de 1252, ratificando con su sangre el Credo de nuestra fe y pasando a ser el primer mártir en la Orden de Predicadores. El papa Inocencio IV instituyó su fiesta para el 29 de abril; con la última reforma litúrgica su fiesta pasó al 4 de junio, día en que se trasladó su cuerpo a otro lugar en 1340.

Lo primero que llama la atención ante el martirio es su carácter paradójico. En el caso de san Pedro de Verona, en el momento de morir a espada, en mitad del mal, solo tuvo palabras de bien cargadas de fe. Parecería que Dios le había abandonado, que le había vuelto la espalda, que dejó vencer a sus enemigos; pero lo que de verdad ocurre en el martirio es que en la ausencia de Dios, el mártir es reflejo de su gloria. Porque dar la vida no significa sólo ser asesinado; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el amor.

Es cierto que el martirio es muy difícil de entender, ya que para comprenderlo es necesario entrar en una dinámica que esté llena de gratuidad, don y amor. Comprender el martirio significa que comprendemos que el mártir convierte su vida entera en don por la entrega libre que hace de ella. Y es que el mártir ama hasta las últimas consecuencias, por encima incluso de su propia vida. Pedro de Verona con el regalo de su vida ofrecida a Dios, se ha unido especialmente a Cristo. Y como Cristo mismo en la cruz no nos deja complejas enseñanzas teóricas, ni unas normas morales o rituales que cumplir; no. El mártir lo que nos muestra es algo del brillo de la gloria de la cruz, algo del amor de Dios entregado a toda la humanidad.

Lo importante a la hora del martirio no es el tormento, ni el dolor, ni la sangre. Lo que importa del martirio, como lo importante del sacrificio de Jesús en la cruz, es el amor. Amar siempre va a implicar renunciar, y a veces renuncia dolorosa: la renuncia a uno mismo, el perder la vida para ganarla. Hay una gran enseñanza que nos traen los mártires: por un lado, que en este mundo no hay amor sin sufrimiento; y por otro, que el sufrimiento sin amor es el infierno. Solo hay una cosa por la que merece dar la vida y es nada más y nada menos que el amor. Los mártires son quienes mejor nos muestran que solo merece la pena sufrir por amor.

El martirio de san Pedro de Verona nos conduce a Jesús, que es el camino la verdad y la vida. Nos enseña el cimiento seguro de nuestra esperanza. Hacer memoria hoy del fraile dominico san Pedro de Verona, es hacer memoria de que los mártires son la prueba de que a pesar de tanto mal, un día seremos herederos de la felicidad plena. Los mártires son el testimonio radical de la soberanía de la libertad, del resplandor que se esconde en la debilidad humana. El martirio de san Pedro de Verona nos recuerda que los mártires, fieles a su vocación, son para nosotros la memoria del amor, la libertad, la justicia y la esperanza.