Martín de Porres: misericordia de Dios para los más pequeños

Fr. Luis Javier Aguilera Fierro
Fr. Luis Javier Aguilera Fierro
Convento Santo Tomás de Aquino, Sevilla

Fiesta de San Martín de Porres


Hay personas y figuras en la vida de cada uno que son referencia y que nos ayudan a vivir con sentido, y a ellas acudimos cuando necesitamos ayuda o consejo en nuestro caminar, o cuando necesitamos cargar las pilas. Hoy os quiero hablar de una persona, un santo que es referencia para mucha gente de diferentes razas y culturas, y en todas las partes del mundo.

Se llama San Martín de Porres aunque mucha gente lo conozca por fray escoba. Juan XXIII lo llamó Martín de la Caridad. Este personaje, canonizado el 6 de mayo de 1962, nació en Perú un 9 de Diciembre de 1579. Fue un fraile dominico querido y amado por todos: por su humildad, por su amor y su caridad. Parece que el texto de Mateo 25, el relato del juicio final, esté pensado para él, ya que toda su vida estuvo dedicada al servicio a sus hermanos de comunidad y a las personas más necesitadas. En él encontramos a una persona que dio de comer al hambriento y de beber al sediento; que visitó al enfermo, atendiéndole en sus necesidades; que acogió a todas las personas que a él se acercaron, fueran de donde fueran. También le vemos con los presos. Siempre estuvo con todos los que le necesitaron siguiendo las palabras de Jesús: Lo que hagáis con mis hermanos más pequeños conmigo lo hacéis.

No podemos entender su vida sin conocer sus tres amores: Cristo crucificado, la Virgen del Rosario y Santo Domingo de Guzmán. Igualmente sus tres pasiones: la humildad, la penitencia y la caridad (particularmente con los pobres y enfermos). A continuación me voy a referir a esta última pasión: la caridad. Lo voy a hacer siguiendo el texto de Mateo.

Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber. De pequeñito, cuentan de él que cuando iba al mercado, mandado por su madre, llegaba a casa con la cesta vacía “ya que no podía ver las miserias y necesidades sin tratar de remediarlas”.

Igualmente, estando ya en el convento, ocurría que muchos de los pobres de la ciudad, llegaban al convento sabiendo que allí les darían de comer. En la portería del convento había un comedor para todos aquellos que no tenían que llevarse a la boca. Fray Martín ayudaba en la atención a la gente que llegaba.

Porque estuve enfermo y me visitasteis. Quizá hay algunos encargos que parecen estar hechos a la medida para las personas que los realizan. En fray Martín esto ocurre con el cargo de enfermero. Después de profesar le hicieron enfermero de la casa. El cuidado y la solicitud para con los enfermos le dio el cariño y la admiración tanto de sus hermanos como de toda la gente a la que atendió.

Además, ser enfermero requiere mucha paciencia y mansedumbre, ya que el enfermo no siempre está de buen ánimo; requiere mucho amor ya que el enfermo necesita cariño aunque algunas veces no tenga humor para recibirlo; requiere mucha entrega ya que el enfermo necesita cuidados y atenciones; requiere sacrificio y abnegación. Y sobre todo requiere mucha alegría y sentido del humor para ayudar a los enfermos a salir un poco de su propio dolor. Todas estas cualidades la tenía el bueno de fray Martín.

Recordamos las palabras de fray salvador Velasco en su libro sobre este santo: “Iba de celda en celda, visitando uno por uno a los enfermos, siempre con un saludo en los labios, lleno de jovialidad… Y cada uno le exponía su necesidad y aflicción. Él benignamente, en cuanto podía la remediaba, “considerando a Dios en ellos, por Quien lo hacía”. (p.75)

Hay que decir que su radio de acción no quedó reducido al convento sino que se extendió a toda la ciudad.

Este cargo, dice algo muy importante de san Martín de Porres: su vida fue vida para los demás. Cuando uno está enfermo se siente limitado por la propia enfermedad y atado en muchas ocasiones por ella. Fray Martín simboliza ese aire fresco en la enfermedad con sus ayudas físicas y espirituales, ayudando en la curación o aceptación de la misma. En ambos casos, experiencias de liberación y vida.

Porque estuve desnudo y me vestisteis. También se encargó nuestro santo de la ropería. Un cargo muy relacionado con el de enfermero. Se encargó del orden y del aseo de sábanas, mantas, mudas y hábitos. De esto dependía también el buen estado y la dignidad de los enfermos. Además aprovechó este cargo para ayudar también a los pobres que llegaban al convento y que necesitaban de ropa. Como dice Salvador Velasco “vistió a los pobres”, a los necesitados.

Porque estuve en la cárcel y vinisteis a verme. Nadie se veía privado de su atención ya que para él no había ninguna persona indigna de su caridad y protección. También ayudó a los presos tanto por medio de la limosna como por medio de la intercesión evitando, por medio de la misma, que algún preso sufriera la pena capital o pena de muerte. “En los presos veía a Jesucristo, pues El mismo se puso en lugar de ellos al decir: “Estuve preso y me visitasteis”. Y fray Martín podía añadir: -Señor, estabais preso y necesitado y os socorrí en aquellos desgraciados que me pidieron una limosna”.

Porque fui forastero y me acogisteis. Quizá no podamos ver aquí el problema de la inmigración actual pero sí que podemos ver la acogida que fray Martín dispensó a todas las personas que llegaron al Perú de su época y que se acercaban al convento. También atendió a las personas con las que se encontró.

“Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando y sangrando a los enfermos, dando limosna a los españoles, indios y negros, que a todos los quería, amaba y curaba con singular amor y caridad”. Españoles, adultos y jóvenes, llegados al Perú en busca de una nueva vida o de gloria y que se veían en la indigencia. Indígena, que siendo los habitantes naturales de aquellas tierras se ven reducidos. Y negros llegados a las tierras de América, en muchos casos, como esclavos. A todos acogía porque para fray Martín todos tenían la misma dignidad porque todos eran hijos de Dios.

Una invitación a vivir la compasión y vivirla con pasión. San Martín de Porres nos invita a ponernos en el lugar del otro, especialmente de los más desfavorecidos. Nos invita a dejarnos traspasar por la realidad con la que nos encontramos compartiendo las alegrías y las tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y finalmente nos invita a tener una actitud activa ante esta realidad, comprometiéndonos y siendo solidarios con los que menos tienen.