Tiempos de Reforma

Fr. Vicente Niño Orti
Fr. Vicente Niño Orti
Convento de Santo Tomás de Aquino (El Olivar), Madrid

La Orden vivió una gran crisis durante el siglo XIV. La vida de los frailes no era todo lo regular y religiosa que debería ser - asi dicen los historiadores- y en ese ambiente surgieron grandes figuras que trataron de ser fieles al primitivo carisma regular de Santo Domingo de Guzmán. Santa Catalina de Siena y el Beato Raimundo de Capua en Italia comenzaron una reforma dentro de la Orden que poco a poco fué exténdiéndose y dando sus frutos durante todo el siglo XV y XVI con grandes figuras para la Iglesia. En España tenemos al Beato Álvaro de Córdoba y su fundación del convento de Scala Coeli en la sierra cordobesa, desde donde fué implantándose los modos reformados en los Reinos de la Península Ibérica.

Muy significativo para toda la identidad dominicana es que la reforma no supuso, como en otras familias religiosas, la secesión en distintas órdenes. Siempre se salvaguardó la unidad, y la reforma no se hizo ni con imposiciones ni con dramáticas rupturas, sino que fué poco a poco ganando, desde sus propios valores comunitarios y democráticos, la vida de los frailes predicadores para una mayor tensión y responsabilidad religiosa para la misión de la predicación de la Buena Nueva de Jesucristo.

San Antonino fué una de las figuras que continuaron esa misión en Italia siendo Prior de distintos conventos y dando cuerpo sobre todo a la nueva fundación de San Marcos de Florencia, que fué símbolo de una nueva manera, en continuidad creativa con lo recibido, de ser dominico en el mundo que nacía al renacimiento. Allí trabajó en su arte el Beato Angélico protegido por San Antonino, allí se abrió la primera biblioteca pública de Europa, y allí elaboró nuestro santo de hoy sus trabajos intelectuales como la Suma de Teología Moral, obra importante para toda la tradición de los estudios morales. Allí se distinguió Antonino -conocido así por su constitución física, graciosa y pequeña- como un gran benefactor de los más desheredados y allí se ganó fama de consejero prudente, sabio y religioso, que le llevó a asumir responsabilidades eclesiales participando en el Concilio de Florencia de 1445 y siendo nombrado después Arzobispo de Florencia.

El tiempo de reforma del siglo XV puede que tenga mucho que ver con nosotros hoy. Un mundo como el nuestro en el que lo religioso parece poco significativo, debería movernos a preguntarnos si puede tener algo que ver el hecho de que nuestro mensaje a veces se vea como muy distinto a nuestra vida a los ojos del mundo. A veces se nos ve poco coherentes, con falta de tensión religiosa, y quizás deberíamos preguntarnos por la necesidad de vivir en un constante tiempo de reforma.

Los tiempos son distintos y no se trata de recuperar usos, formas, maneras de otros tiempos. Lo que se trata es de que nuestra vida se mueva por la conciencia de que hemos de estar cada día más dispuestos a vivir en la responsabilidad de nuestra vocación, de nuestra misión, de nuestra labor de contemplar y dar lo contemplado, de hablar con Dios o de Dios, como Santo Domingo de Guzmán.

Regresar a Santo Domingo, e inspirarnos en los hombres y mujeres de nuestra historia que se guiaron por ese impulso como San Antonino, ha de ser una constante que nos cuestione en nuestros modos de vivir la vida religiosa. La reforma que nuestro mundo exige no es quizás ya directamente institucional - que probablemente también- sino es ante todo y sobre todo personal. Cambiar nuestra propia vida tratando de llevar al dia a dia los valores dominicanos de seguimiento de Jesucristo, recuperar las dimensiones profundas de la oración, de la pobreza, del estudio, de la vida comunitaria, hacer vida desde los valores de la libertad, de la compasión, de la caridad, guiarnos por la responsabilidad para con uno y para con los demás, asumir la misión encomendada de ser predicadores de la Gracia de Dios para el mundo. Ese es hoy -como probablemente ha sido siempre- el camino para toda reforma comunitaria y eclesial.

El tiempo de reforma que tenemos que vivir es hoy un tiempo de reforma personal en primer lugar, tratando de ser fieles al Evangelio de Jesucristo como seguidores al modo de Santo Domingo de Guzmán, como lo fué San Antonino de Florencia.