Eucaristía: prenda de la vida futura

Eucaristía: prenda de la vida futura

Hermanos y hermanas, Cristo quiso que recibiéramos las mismas gracias que dispensó a sus apóstoles y discípulos en la cruz través de su Iglesia, y más precisamente, a través de los sacramentos. Es el Espíritu Santo el que actualiza y hace presente al mismo Jesucristo en los sacramentos.

Muy bien sabemos que el sacramento más importante es el bautismo, pues es el que nos abre a los demás sacramentos: por medio de él fue que experimentamos por primera vez la irrupción de Cristo en nuestras vidas, de manera que somos hijos en el Hijo. Es verdad también que todos los sacramentos están estrechamente relacionados también con la Eucaristía, que es prenda de la realidad futura que nos está reservada por el Padre en su Reino definitivo.

La Eucaristía es, sobre todo, acción de gracias, donde se reúne la comunidad querida y convocada por Cristo. Esta misma comunidad, asistida por el Espíritu Santo, hace memoria y recibe el don de los dones, la gracia de las gracias, reciben al verdadero Cristo presente real-sacramentalmente bajo la forma de pan y vino.

Caritas Christi urget nos, el amor de Cristo nos apremia, hermanos.

Toda la vida cristiana tiene a Cristo como pastor, guía, remedio, fuerza y aliento, y todo eso y mucho más lo recibimos cuando comulgamos a Cristo. Un cristiano que ya no se encuentra verdaderamente con el Señor en los sacramentos y en especial en el sacramento de la Eucaristía seguramente fracasará en su camino de discípulo misionero de Cristo, pues si no estamos con el maestro y no nos nutrimos de él, no seremos capaces de emprender la marcha hacia las bienaventuranzas.

Hoy día, sufrimos la desdicha de la religión del mercado, es decir, voy a la Iglesia para buscar en ella lo que me falta, como si uno fuera al mercado a comprar la harina que se le acabó; también sufrimos el imperialismo de la voluntad, la desdicha de cristianos a las medias: eso me gusta, me lo quedo; eso no me gusta, no lo llevo.

La Eucaristía, la celebración en que Cristo se nos sigue dando, pide también que imitemos sus ejemplos, que entreguemos nuestra carne y sangre en ayuda a los demás, que toda nuestra vida sea de Cristo, para Él, por Él, con Él y en Él.

La Eucaristía nos hace más fuertes y capaces de vivir como Cristo vivó, es más, la Eucaristía configura nuestra vida con la del maestro Jesús. No tengamos miedo de abrirnos a las exigencias del Reino, de hacer la voluntad de nuestro Padre Celeste, de ser en la tierra semillas de otro Reino, testigos del amor.

 

trigus