Cuerpo y Sangre de Cristo

Cuerpo y Sangre de Cristo

Fr. Moisés Pérez Marcos
Fr. Moisés Pérez Marcos
Convento Virgen de Atocha, Madrid

 

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo comenzó a celebrarse en el siglo XIII, y tenía por finalidad la proclamación de la fe en la presencia real de Cristo en la eucaristía. Muchos teólogos, místicos, poetas, artistas, músicos han pensado, poetizado, pintado y compuesto diversas obras que pretenden explicar, reflejar, profundizar o hacer medianamente inteligible la eucaristía. Pero la eucaristía sigue siendo un misterio. Esto no significa que debamos renunciar a hablar de ello. Al contrario: necesitamos hablar del misterio porque de un modo que siempre se nos escapa es lo más importante para nosotros, lo que más nos atañe, lo que más nos importa. Pero no podemos creer que lo que decimos del misterio es la última palabra, el único aspecto. El misterio, más bien el Misterioso, con mayúscula y personalizado, tiene una capacidad de sugestión infinita, una capacidad de vida infinita. No sabemos muy bien explicar qué es la eucaristía. No podemos agotar sus sentidos, sus inagotables significados. La eucaristía es siempre fuente de vida nueva.


Aunque necesitemos las teorías y los razonamientos –somos seres también racionales– la mejor manera de comprender algo de qué es la eucaristía, de acceder a la presencia de Jesús resucitado en el pan y en el vino, no es aprender una teología que lo explique. No quiero negar la conveniencia ni la ayuda ni siquiera la necesidad de que pensemos una teología de la eucaristía. Pero eso es sólo una parte, un aspecto. El misterio de la eucaristía es un misterio de amor al que sólo se accede desde el amor. Es un misterio de entrega, al que sólo se accede desde la entrega.


La eucaristía no es un ritual mágico, ni un medicamento. No tiene en nosotros el poder del conjuro ni el de la química. La eucaristía nos trae vida nueva, la vida del resucitado, cuando respondemos al don, a la gracia, al inmenso regalo de amor que significa para nosotros. La eucaristía es sumamente eficaz en nosotros cuando leemos en ella la vida de Jesús de Nazaret, cuando le imitamos o le seguimos a él. Una vida de comunión con Dios y con los hermanos, de existencia para los demás, de anuncio del Reinado de Dios, una vida de fraternidad, una vida enamorada. La eucaristía se convierte en vida para nosotros cuando vivimos conforme a lo que se nos regala en ella, cuando decidimos seguir a Jesús juntos, como hermanos, cuando intentamos hacer cada vez más presente entre los humanos el Reinado de paz, de justicia, de amor. La eucaristía es sumamente eficaz en nosotros cuando amamos como él nos amó.


En la eucaristía participamos de la vida que ahora goza Jesús y que nosotros esperamos gozar un día. Ello nos mueve a buscar más de esa vida, a trabajar para conseguir la plenitud de lo que ahora tenemos limitadamente y en promesa. La eucaristía no apaga nuestra sed de Dios, sino que la enciende aún más. Cuanto más vemos de lo que esperamos, cuanto más conseguimos acercarnos, más crece nuestra gana y deseo de alcanzar la meta. Amor pide siempre más amor, no queda nunca ahíto.


El dominico Tomás de Aquino escribió, en el famoso himno Pange lingua que, aunque los sentidos no alcancen, aunque la razón no comprenda del todo, basta, para afirmar la presencia del resucitado en el pan y el vino, si hay un corazón sincero, la sola fe. Fe que no es creer proposiciones, dogmas o teologías. Fe que es vida nueva, vida por el amor y en el amor. ¡Ama, y serás eucaristía!