Encaminar la Vida

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid

Quinto Domingo de Pascua

El Evangelio de este domingo está inserto en lo que denominamos discurso de despedida, y en él, Jesús dice: “adonde yo voy, ya sabéis el camino” (Jn 14, 4); por otra parte, interviene Tomás y pone realismo: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”(Jn 14,5). Jesús le contesta sin dudar: “Yo soy el camino que lleva al Padre” (Jn 14,6). Jesús se refiere al camino que conduce a experimentar a Dios como Padre; los demás no son caminos, sino evasiones que nos alejan de la verdad y de la vida. Lo fundamental en nuestra vida es seguir los pasos de Jesús hasta llegar al Padre. La vida de Jesús: su bondad, su libertad para hacer el bien, su perdón, su amor a los últimos… hacen visible y creíble al Padre. Su vida nos revela que en lo más hondo de la realidad hay un misterio último de bondad y de amor que Él llama Padre. 

Estoy casi seguro, me atrevo a decir, que tú que estás leyendo este texto te has preguntado igual o más veces que yo lo siguiente: ¿hacia dónde voy?, ¿qué hago con mi vida?, ¿qué busco?, ¿qué camino cojo?... son preguntas inevitables en cualquier circunstancia y opción de vida; pero cuando esas preguntas resuenan planteándote dónde seguir la invitación de Cristo Resucitado a vivir por y para el Evangelio, surgen tantos caminos que puede darse la confusión. Todo esto me viene, porque hace unas semanas se puso en contacto conmigo alguien que se está planteando dejar la realidad en la que está, para solicitar la entrada en la Orden; me vino enseguida la pregunta que me hizo el fraile al que le conté que quería ser religioso: “¿por dónde quieres ir, y por qué?” Yo lo tenía claro: dominico; quería el camino de Domingo de Guzmán, porque deseaba buscar a Jesucristo estudiando y predicando.

Con esto no quiero decir que los demás caminos no sean válidos, faltaría más, sólo que no son para mí. Escogí este camino porque lo que quiero es formar parte de esta gran aventura como fraile dominico en el siglo XXI con todo lo que ello significa, donde lo que tengo que hacer es gritar cuáles son las cadenas del ser humano, para que pueda liberarse: ¿cómo?: con la oración, el estudio, la predicación, la vida en comunidad, la enseñanza; mediante la denuncia de las injusticias, de las faltas de libertad; y, ¡por supuesto!, hecho con amor, el Amor con mayúscula que es el objetivo de mi profesión. Y todo esto viviendo de una forma que contradice los valores del mundo, los valores de la mayor parte de la sociedad. Seguir el camino dominicano es que mi vida sea testimonio profético, porque denuncia como lo hacen todos los profetas, mientras que otros permanecen en silencio. Seguir el camino dominicano es comprometerme a manifestar con mi vida que otro mundo es posible, que hay una alternativa. He elegido el camino de Nuestro Padre Santo Domingo, con el fin de recordar a los demás que es posible un mundo de amor y justicia, de paz y felicidad, donde impere la bondad, la libertad para hacer el bien, el amor a los últimos, el perdón, que hacen visible y creíble, como nos dice el evangelio de hoy, al Padre.

El camino es para andar y llegar a una meta, gustando y disfrutando una vida que nos lleve a la felicidad. Siempre que nos atrevemos a vivir algo de la bondad, la libertad, la compasión que Jesús introdujo en el mundo, estamos haciendo más creíble a un Dios Padre que también es Madre y que es el fundamento de nuestra esperanza.