El Beato Santiago de la Vorágine y la Leyenda Dorada de los santos
Hay libros que pese a tener una importancia capital en la cultura de nuestro mundo, apenas son conocidos, y desde luego sus autores casi no llegan al mundo de la cultura popular pese a haber contribuido de un modo imprescindible con sus obras a hacer nuestro mundo como es. Pienso en Beda el Venerable, un monje inglés que con sus crónicas conservó en la Edad Media mucho del conocimiento que luego se recuperó en el Renacimiento, pienso en Geofrey de Monmouth que recogió toda la saga artúrica transmitiéndola al mundo tras él, Maimónides y Averroes desde la Andalucía musulmana otro tanto que Beda el Venerable, y desde luego, hay que mencionar al Beato de la Orden de Predicadores que celebramos hoy.
Jacopo da Varezze, Santiago de la Vorágine, Jacobo de la Voragine son distintos modos de encontrar el nombre de este fraile dominico del siglo XIII (1230-1298) que llegó a ser Obispo de Génova pero que ha pasado a la historia por ser el autor de la Leyenda Dorada, la más célebre recopilación de biografías de santos y la más influyente en el arte europeo, pues la iconografía de los santos -los símbolos con los que son representados los santos atendiendo a episodios de su vida- nace en su inmensa mayoría de esta obra.
Que Santo Domingo de Guzmán aparezca junto al perro blanco y negro con la antorcha en el hocico, que San Lorenzo se le represente con la parrilla de su martirio, que San Jorge sea siempre representado matando al dragón tiene su origen en esta obra y en este fraile dominico.
Santiago de la Voragine comenzó a escribir la "Legenda aurea" en 1250 (el primer manuscrito aparecido es de 1260) y se dedicó a esta tarea hasta 1280. En algunas de sus primeras ediciones la obra se tituló "Lombardica Historia" debido a que de la Voragine dedica el segundo y último capítulo de su obra a la vida del papa Pelagio, incluyendo un resumen de la historia de los lombardos, hasta 1250, originando una falsa idea de tratarse de trabajos distintos.
No es la Leyenda Dorada un documento histórico con la narración de hechos reales como hoy los entendemos, pues el objetivo principal no fue el redactar biografías históricas tal cual hoy consideramos, o escribir tratados científicos para eruditos, sino libros de devoción para la gente común, que estaba inmersa en la creencia inquebrantable de la omnipotencia de Dios y su cuidado paternal, que los llevaría a alcanzar una vida santa. La Leyenda Dorada ofrecía a través de su páginas, la posibilidad de conocer modelos de vida dignos de ser emulados.
Y tal es el inmenso valor que tiene la obra de este Beato Dominico. Los modelos humanos son algo connatural al ser humano, necesarios para todo desarrollo personal. Referentes para guiar nuestra vida son necesarios a todo plano: humano, religioso, vocacional, familiar, profesional... nos movemos más de lo que somos conscientes según referentes y modelos. La publicidad y el marketing, los medios de comunicación, lo saben bien y lo utilizan para potenciar el consumo y vender productos.
La Iglesia Católica lo ha tenido siempre presente y sin perder de vista que el modelo último, perfecto y referente completo de todo creyente es Jesús de Nazaret, el Señor, propone modelos para ese seguimiento... éso son los santos. Hombres y mujeres como todos los demás que han recorrido su camino de seguimiento, con sus aciertos y sus intentos, pero cifrados siempre en la pasión de su seguimiento, de intentar hacer vida el Evangelio de Jesucristo. No son los únicos, los hay públicos y notorios, famosos diríamos hoy, pero junto a ellos hay toda una muchedumbre inmensa de creyentes que han caminado bien su camino, que han seguido a Jesús desde su vida quizás poco conocida, o sólo para los suyos, para quienes con ellos trataron.
Creo que para la dimensión vocacional son sumamente importantes esos modelos. Los de otros tiempos -para nosotros dominicos será Santo Domingo, pero junto a él toda una cantidad de hombres y mujeres que han encarnado la pluriforme identidad dominicana de la predicación, canonizados oficial y públicamente u ocultos en los pliegues de la historia y la memoria- y los de este nuestro tiempo. Casi todos los dominicos de hoy en día podemos dar una serie de nombres que tuvieron o tienen mucho que ver con nuestra vocación y nuestra identidad, nombres de hombres y mujeres que encarnan lo dominicano con sus vidas entregadas a la pasión de Dios y de la predicación, hombres y mujeres que en su seguimiento del Señor Jesús han sido y son modelo para muchas personas que buscan su camino de fe o que caminan por él. Hombres y mujeres como los de la Leyenda Dorada del Beato Santiago de la Vorágine, de los que quizás nunca se escriba pero que quedarán en las leyendas propias de quienes son conscientes de haber encontrado en ellos verdaderas mediaciones de Dios y modelos de vida.