Levántate, coge la camilla y echa a andar

Fr. Sebastian Vera A.
Fr. Sebastian Vera A.
Convento San Valentín de Berrio Ochoa, Villava
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Una vez más, la fe es el tema central del evangelio de Marcos. La fe que aquellos hombres tenían en Jesús era tan grande que el relato nos parece inverosímil. La fe empieza donde acaba el orgullo. No les interesaba el que dirán de la multitud presente, entre ellos, los letrados o entendidos de la religión y de la ley, simplemente actuaron por fe. «Viendo la fe que tenían» los que traían al enfermo, Jesús le perdona a éste sus pecados, cuando ni siquiera había demandado el perdón. A este hombre, Jesús no le preguntó nada: ni qué pecados tenía, ni si estaba arrepentido, ni si tenía propósito de la enmienda. Jesús perdona sin condiciones. No exigió confesión. Ni impuso penitencia. La novedad de Jesús es que con su palabra, su enseñanza liberadora de conciencias, con los signos de curación de enfermedades interiores y exteriores a los hombres hundidos y sin capacidad para confiar en lo nuevo de Dios, es lo que le hace atractivo y provoca, sin duda alguna, la fe a quienes se acercan a Él.

El evangelio, muestra que por medio de una fe autentica se hace posible el milagro del Dios vivo y verdadero que cura el alma y el corazón de los que están sometidos.

¿Es autentica mi fe? ¡Parálisis! ¿Qué significa esa palabra?

Parálisis, desde la perspectiva creyente, se refiere a la parálisis del alma, el miedo es el motivo real de la parálisis. El miedo paraliza, bloquea y detiene. El temor de decir algo ante los demás, hace que la persona se sienta paralizada. Cuando Jesús se dirige al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». El enfermo quiere sanar. Y ¿Qué significa este perdón de los pecados? El pecado es algo más que equivocarse, es apartarse. Jesús siente que la parálisis también tiene que ver con la actitud interna.

El que está paralítico malogra su ser humano porque piensa que debe ser perfecto, que no debe mostrar ninguna debilidad. Como no quiere ser débil, no se arriesga a levantarse en su debilidad, sino que está atado a su camilla por la debilidad, entiéndase por camilla: orgullo, prepotencia, xenofobia, etc. El que se levanta, sabe que puede volver a caer; el que evita cualquier caída, permanece siempre en la tumba de su miedo.

Muchos, supuestamente, cumplen los preceptos formales, pero se niegan a la vida, están ensimismados. Y la verdadera culpa consiste en no vivir la vida que Dios nos ha confiado. Jesús habla al enfermo de esa vida no vivida, de esa actitud de la negación de la vida, pero le habla también del perdón de sus pecados; del amor incondicional de Dios, y le hace posible volver a empezar: ¡Deshazte de tu sentimiento de culpa, y de apartarte de la vida! ¡Ten el coraje de ser tú mismo y de levantarte con tus defectos y tus limitaciones! Deja tu negación a vivir. ¡Fíate a la vida!

Los letrados de hoy reproducen el comportamiento de los letrados de entonces. La respuesta de Jesús fue dar vida al paralítico. Cuando el alma ha sido curada, entonces el cuerpo también puede ser curado. Si una persona tiene poder para perdonar pecados, que lo demuestre dando vida, no esgrimiendo títulos o cargos. Porque cuando el paralítico se levanta, muestra que el perdón de los pecados ha sido eficaz. «Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos.» Ya no se aferra a sí mismo, ni a su miedo. Ya no rechaza vivir. Confía en levantarse. Por la fe ha vencido el miedo.

Levantarse de la camilla es reconocer la propia limitación sin importar el que dirán, liberarnos, y vencer las propias actitudes que malogran la persona, depositar la confianza en Dios y vivir la vida conforme el evangelio, aunque algunas veces nuestras acciones distan de sus caminos.