Al comienzo de la cuaresma

Fr. Daniel López Mirón
Fr. Daniel López Mirón
Real Convento de Ntra. Sra. de Candelaria, Tenerife

 

La tarde del sábado pasado he presidido dos eucaristías, en dos de las parroquias que desde esta comunidad dominicana de Candelaria, en Tenerife, servimos como párrocos. Al término de ambas celebraciones he hecho la misma pregunta a los chiquillos de catequesis: ¿Cuáles son las principales fiestas cristianas del año? La Navidad, ha sido una de las respuestas, rápida; la otra…. ha sido más difícil. Por suerte, con la colaboración de los adultos, que cual Espíritu Santo han soplado, ha salido la otra fiesta: la Pascua. Quería yo motivar a chicos y grandes a participar de la celebración del miércoles de cenizas, en medio de las celebraciones del carnaval, que en estos lares se prolonga por varias semanas. La cuaresma y la Pascua forman un todo, como la falda del Teide es parte del mismo monte Teide.


   La cuaresma es un período de cuarenta días que iniciamos el miércoles de cenizas, y que concluye el jueves santo; para continuar con el triduo sacro en el que celebramos la muerte; y la resurrección del Señor, la Pascua, el paso salvador de Cristo por la muerte, a través de la muerte, al triunfo, la resurrección. Seguirán después cincuenta días de celebración gozosa, la cincuentena pascual. La cuaresma es preparación, la Pascua es la meta del camino. Lo más importante de la cuaresma es la Pascua, a la que nos conduce.


   La cuaresma es un tiempo en el que con insistencia somos invitados, llamados, convocados a confrontar nuestra vida con la Palabra de Dios, para poder así morir el hombre viejo y nacer como criatura nueva. La cuaresma no es tiempo de grandes sacrificios, no es tiempo de crispación ni de angustia, no es tiempo de caras largas, es un tiempo de gracia, un regalo de Dios, para preparar una verdadera celebración de la Pascua.


    No hay Pascua sin cruz, ¡sí, hay que morir para resucitar! Cristo lo hizo el primero, ahora nos toca a cada uno de los que queremos ser sus discípulos. Por eso la llamada central de la cuaresma es la conversión, cambiar la mentalidad. No se trata de detallitos, de más rosarios, vía crucis y ayunos. Hay que arrancar lo que hay en nosotros de antievangélico, de antipascua, de pecado, para incorporarme al camino de Jesús; hay que morir al hombre viejo para renacer como hombre nuevo, dirá San Pablo.


   ¿Cómo vivir la cuaresma? La Iglesia nos invita a salir al desierto, a la soledad, al silencio, donde nada ni nadie me distraigan. ¿Para qué? Para encontrarme:

- Con Dios, en la oración, en la escucha de su Palabra
- Con el hermano, en la práctica de la caridad, la solidaridad, la justicia
- Conmigo mismo, en el ayuno y la ascesis


   Es la cuaresma de los catecúmenos, en la que se preparaban de forma inmediata a la celebración del bautismo en la noche de Pascua; es la cuaresma, también, de los penitentes, en la que, iluminados por la Palabra de Dios, se preparaban para su reconciliación con la comunidad en la celebración del sacramento de la penitencia, que celebraban el jueves santo.


   Ánimo, caminemos con los ojos fijos en Jesús, el primero que vivió la Pascua, el que hizo Pascua por nosotros. Hagamos Pascua con Él.