
Nachter: la alegría bajo el humor y la reflexión con sentido.
La tarea del influencer es mantener la alegría al sitio donde vaya.
El pasado día diez de junio hubo en la parroquia de san Andrés de Valencia un testimonio de un joven cristiano que es conocido en el mundo de las redes como Nachter. Este joven influencer valenciano presentó con gran humor, alegría, sencillez, y cercanía tanto su vida como su experiencia en las redes, marcada como una vocación cristiana. Atender a cualquier experiencia de vida que es contada por alguien no es únicamente información que uno recibe, sino que es también formativa en la medida que nos dejamos afectar, cuando entra en juego la compasión, la empatía y la afectividad.
Influencer, una tarea discernida.
Ignacio Gil Conesa es un joven valenciano con vocación de actor, pero que, por recomendación de sus padres, acabó estudiando Administración y Dirección de Empresas (ADE) y un máster en la Universidad Católica de Valencia (UCV). Trabajó de lo que había estudiado hasta que pasando el tiempo, cuando Instagram puso la posibilidad de realizar videos cortos, encontró la oportunidad de realizar esta vocación para la actuación. Discernió esta «llamada» pues encontraba en las redes videos que no le gustaban, ya que eran faltones, malos, sexualizados, verdes… (destacó de estos dos últimos que son los mejores pagados por la industria publicitaria). Rehusó de realizar este tipo de videos y se propuso hacer videos que permitieran mantener la alegría frente a «los ladrones de alegría», aquellos que intentan frustrar a los demás o que se quejan negativamente siempre. «La tarea del influencer, dijo, es mantener la alegría al sitio donde vaya», ser capaz de ofrecer una ayuda al que se encuentra mal, en situaciones dificultosas o en momentos de soledad no deseada.
Volver a ser como niños.
Para esta tarea de mantener la alegría propuso ser como niños (cf. Mt 18, 1-5), sin miedo ni sensación de ridículo ante aquello que nos brota del «hondón del alma». Mantener esa ilusión ante a una sociedad o ambiente que puede tirar hacia abajo, porque con el paso del tiempo se piensa que ya hay cosas que no nos toca hacer, que ya no toca; por ejemplo, que un adulto siga viendo dibujos animados, ¿por qué no? Animó a todos los presentes (y no presentes) diciendo que «da igual que la gente mire» y diciendo que «da lástima que dependamos de algo externo para encontrar esta alegría», haciendo referencia al alcohol, referencia generosa en la que podía haber incluido más.
Ser como niños, ser como nosotros mismos somos (cf. 1Cor 15, 10), no ser «ladrones de alegría» para con nadie. Para ello animó acudir al Señor y a la Virgen María. Aunque cabe destacar que en sus redes o de forma pública no habla de Dios para poder influir en la máxima gente posible la alegría para que sean buenas personas (cf. 1Cor 9, 22-23).
Para aterrizar esos «ladrones de alegría» habló de una experiencia personal y vital que le causó una gran dificultad existencial: los haters, es decir, personas que en una comunidad online realizan comentarios negativos con el propósito, en este caso, de destruir a una persona. Habló que, en un principio, desde 2017, recibía bullying, pero el culmen fue cuando en 2022 vió publicado un artículo contra su persona, siendo por desgracia el más leído en ese año. Sufrió porque esta situación que nació «de la envidia y el rencor», dijo, había manchado ya su imagen social. Sufrimiento que llevó a la oración, rezó por estas personas que cometieron esta acción y perdonó, es decir, puso en práctica eso del Padre Nuestro (Mt 6, 9-13) que dice: «perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6, 12).
Entre las preguntas finales habló sobre la ambivalencia de las redes sociales —pese a echarse piedras sobre su tejado— ya que es una preocupación que tiene con los jóvenes. Puso un ejemplo sobre el uso de las redes y cómo estas absorben nuestro tiempo volviéndonos personas pasivas ante la vida. Haciendo cálculos y tomando como media que los jóvenes pasan unas cuatro horas diarias frente al móvil, llegó a la conclusión de que se llega a un total de que se pasa unos tres meses al año frente al móvil (considerando el día como dieciséis horas, restando las ocho de descanso). Y preguntó al aire: «¿qué ocurriría si se dedicasen estas horas a otras cosas?», al deporte, al estudio, a la música… tal vez seríamos expertos en alguna cosa. Además, esta vez dirigiéndose a los padres de una manera especial para que se atisbara la hondura de este asunto de las redes sociales en su perspectiva negativa dijo: «imaginaos que se van vuestros hijos tres meses a un campamento, pero sin saber a dónde van, tampoco con quienes van ni con el modo en el que se van, ¿dejaríais que se fuesen al campamento? Es lo mismo en las redes».
Un encuentro
El encuentro con el influencer Nachter fue marcado por la alegría, humor, cercanía y también profundidad, reflexión y sentido de Dios de una forma ordinaria, sencilla, humilde. Entre el humor y las risas hubo una seria reflexión orientada con un sentido crítico concreto, el cristiano.