Con lo necesario me basta

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid
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28º Domingo del Tiempo Ordinario

La lectura del evangelio de este domingo nos presenta una escena, creo que de todos muy conocida: el joven rico. A este joven lo distingue el verbo «acumular»: riquezas, reconocimientos, merecimientos etc. Su riqueza lo convierte en constructor de una sociedad injusta. Por su parte, Jesús le propone un cambio: optar por otro verbo, que es «compartir». Jesús le plantea que comparta su vida con él, es decir, ser discípulo suyo; y su riqueza con los que más lo necesitan: los pobres.

La postura de Jesús es clara y rotunda: hay que dejar de ser egoístas y no mirar a los demás solo en función de sus propios intereses; y por el contrario, atrevernos a comenzar una vida más solidaria, transparente y de amistad sincera. El fin de nuestra vida no es hacer dinero y conseguir éxito para lograr un bienestar personal. El fin de la vida es que seamos constructores de una humanidad en la que predomine un nosotros muy amplio, con vistas a un camino común hacia el sentido y la felicidad.

El querer tener, poseer, acumular, creo que es una enfermedad. Pone en evidencia una irregularidad en la persona que poco a poco puede arruinarnos la existencia, quitándonos la libertad y la alegría de la vida. Y esto se irá agravando en la medida en que pongamos como objetivo primordial el tener, con lo que esto pueda conllevar. El informe médico que se podría extraer sería este: individuo que ha reducido el sentido de su vida a que sea reconocido y admirado por su dinero, posición social, por el aplauso o el nivel de vida que se puede permitir. Y el diagnóstico: narcisismo; no tiene cura. El joven del evangelio se marchó disgustado; aunque cumplía fielmente con lo establecido, estaba enfermo, ya que su ambición por el tener le había quitado la libertad y la sabiduría del corazón. No comprendió que el seguimiento de Jesús trae consigo otra manera de ver la vida desde la libertad y la generosidad.

 

Nosotros, al tomar la decisión de querer hacer realidad en nuestra vida la opción que propone Jesús siendo frailes dominicos, sabemos que lleva implícito el vivir con lo necesario. Esto no quiere decir que tengamos que vivir en la miseria. Interpretar que la propuesta de seguimiento de Jesús es una opción de miseria, es entender de una forma muy equivocada su proposición. Hemos hecho el compromiso de compartir. Yo, al querer ser fraile dominico, he renunciado libremente al derecho de propiedad, con el fin de poseer todas las cosas en común con mis hermanos de la Orden en la comunidad. El resultado es que nadie está necesitado, nadie es indigente y abrazamos una vida en la que tenemos todo en común. Pero a este respecto hay que tener algo en cuenta, creo que de vital importancia: indigencia no, pero tener más de lo necesario tampoco. Si tenemos más de lo que necesitamos, nuestro seguimiento a Jesús no está siendo del todo sincero.

Pienso que nuestro estilo de vida, si somos honrados con nuestra opción, es un testimonio que puede resultar atrayente a la sociedad, ya que, bien vivido, es un grito contra el egoísmo y a la injusticia. Compartir con los demás es signo de que es verdad eso de que otro mundo es posible, y no hablo solamente del que como cristianos esperamos, el cual será un puro compartir. Me refiero al que Jesús defendió y nos recuerda el evangelio de este domingo: estar dispuestos, en nuestro hoy, a compartir con los demás porque nos amamos sin condiciones.

Aprendamos a vivir con lo necesario; os aseguro que tendríamos menos problemas, estaríamos más atentos a los necesitados, viviríamos con más libertad y lo más importante: seríamos más humanos, todo tendría más sentido y por supuesto habría felicidad.