Cuaresma: Un Camino a la Gloria de la Cruz
“Así que ayunamos y rogamos a nuestro Dios acerca de esto, y Él contestó nuestra oración.” (Esd 8, 23)
Estamos atravesando un tiempo de gracia y contemplación que nos regala la Cuaresma. Durante estos cuarenta días viajamos desde nuestro oscuro valle de pecado hacia la luz verdadera, hacia Jesucristo. Como pecadores nos purificamos en estos días con la oración, el ayuno y la abstinencia y obtenemos el poder milagroso para vencer cualquier desafío y tentación. Es un tiempo de bendición que ablanda nuestros corazones por el amor a Dios y al prójimo. “La Cuaresma viene providencialmente para despertarnos, para sacudirnos de nuestro letargo,” dice el Papa Francisco.
Vivimos en un mundo destrozado en el que parece que la gente se olvida del Creador y elige otros caminos que conducen a la incertidumbre y la oscuridad. La Cuaresma nos invita al auto-examen y a la reflexión, y nos ofrece tres maneras de reordenar nuestra mente y nuestro corazón: orar más, ayunar y practicar la caridad con quien más la necesita. Estas tres herramientas nos unen con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
“La Cuaresma viene providencialmente para despertarnos, para sacudirnos de nuestro letargo,” dice el Papa Francisco.
Es un tiempo para vencer la tentación. Jesús pasó cuarenta días en el desierto orando y ayunando, y venció a Satanás[1]. Él invirtió este tiempo en prepararse para su ministerio, que culminaría en su muerte y resurrección. Es una gran oportunidad para que nosotros lo imitemos con cuarenta días de oración y ayuno, preparándonos para la celebración del fin salvífico de su vida.
La oración y el ayuno fortalecen nuestra conexión con Dios y de Él recibimos respuesta a nuestras oraciones. Como afirma el Libro de Esdras: “ayunamos y rogamos a nuestro Dios acerca de esto, y él contestó nuestra oración.” (Esd 8, 23).
El perdón es la parte más esencial del tiempo de Cuaresma. Perdonar a otra persona de corazón es un acto de liberación. Liberamos a esa persona de los lazos negativos que existen entre nosotros. Perdonar a los demás supone, ante todo, sanar nuestro propio corazón.
“La penitencia cuaresmal es un compromiso, sostenido por la gracia, para superar nuestra falta de fe y nuestra resistencia a seguir a Jesús en el camino de la cruz,” dice el Papa Francisco.[2] Este periodo debe sostenerse en las catorce estaciones de la Cruz, las cuales nos ayudan a reflexionar sobre la pasión de Cristo para permanecer fuertes ante nuestros sufrimientos.
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mt 6:21). ¿Dónde está nuestro tesoro? Estos cuarenta días nos dan espacio para reflexionar y encontrar nuestro tesoro eterno, ese que perdemos día a día cuando nos dejamos atrapar por un brillo o un deslumbramiento temporal. Recordando las palabras de San Francisco de Asís: “los hombres pierden todas las cosas materiales, las dejan en este mundo, pero llevan consigo la recompensa de su caridad y de las limosnas que dan.”
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mt 6:21)
El ayuno es una medicina invisible que cura el cuerpo y el alma. El periodo de Cuaresma nos invita a mantener un espíritu de ayuno y abstinencia que nos permite sentir el hambre de los pobres y de aquellos que no tienen qué comer. ¡Cada cuatro segundos muere una persona en el mundo a causa del hambre!. Y en este valioso tiempo no solo ayuna la boca, sino también la lengua, el ojo, el oído, los pies y todos los miembros del cuerpo. Que el Señor nos conceda el espíritu para compartir y cuidar de los más necesitados a través de nuestras palabras, de nuestra comida, nuestra ropa o de cualquier otra obra de caridad, a fin de que esta temporada sea más fructífera para nosotros y para los demás.
[1] Cf. Mt 4, 2-10.
[2]Papa Francisco, mensaje del santo padre Francisco para la cuaresma 2023, Ascesis cuaresmal, un camino sinodal, en 25 de enero de 2023.