Cuentas de conciencia

En este XXX Domingo del tiempo Ordinario, el Señor nos plantea una cuestión fundamental: ¿Cómo es nuestro arrepentimiento? Dice el salmo del oficio, “un corazón humillado y arrepentido tú no lo desprecias, Señor”. Cuantas veces nos presentamos ante el altar del Señor sin ni siquiera saber cómo pedir perdón. Palabra sencilla y comúnmente usada por muchos, pero tan difícil de hacer. En la comparación que Jesús pone a sus discípulos y que nos sirve de reflexión en este domingo, podemos preguntarnos: ¿Mi examen de conciencia es sincero? ¿Me analizo por lo que hago o lo que dejo de hacer? ¿Reconozco mis culpas y debilidades? ¿O sólo recuerdo aquellas cosas en las que otros me han hecho fallar?

La cuestión no es de forma sino de fondo. El análisis que interiormente debemos hacer sólo es posible si con libertad de conciencia, y reconociendo nuestra condición de pecadores, nos acercamos a un Dios que se muestra misericordioso con todos. En el examen de conciencia no se trata sólo de repasar todos y cada uno de los mandamientos, sino también de revisar nuestras actitudes, respuestas y relaciones, que en la semana, hemos tenido. O las respuestas a las que nos hemos enfrentado, en casa, en el trabajo, con los amigos, en cualquier sitio...pues, en definitiva, no sólo debemos reconocer, como el fariseo, lo bueno y cuan cumplidores de la ley que hemos sido en la Iglesia, sino que hemos de ver nuestra condición de humanos y por ende de pecadores. Recordemos que en la Iglesia los santos ya lucen en las repisas y los altares. Los pecadores, acudimos cual enfermo al médico, o en palabras del salmista “como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti Dios mío”.


Este domingo también celebramos la campaña anual del Domund. Momento ideal para reflexionar sobre nuestra condición de hermanos. Un día como hoy no se trata de dar más limosna o que haya muchos ceros en los cheques que se depositan para la campaña. Se trata de colaborar de corazón con lo que tenemos y deseamos compartir, no con lo que nos sobra. Recordemos también aquel pasaje del Evangelio, en el cual, la viuda da todo lo que tiene como ofrenda al Señor. Un gesto que sin duda se hace agradable a los ojos del Padre, pues es de un corazón sincero. Sincero y arrepentido como lo quiere el Señor. Un corazón capaz de amar y sentir la compasión por el hermano, por el que sufre, por aquellos que nada tienen.


¡Cuántos golpes de pecho serán necesarios para merecer la gloria de Dios, la misericordia que nos viene de lo alto! Pidamos al Señor con humildad y caridad que nos ayude a ser hombres con un corazón sincero y humilde. Para ser luego levantados por su amor, que todo lo transforma y todo lo sana. Feliz domingo, día del Señor!!!