Cultivar la inclinación de los hombres hacia la verdad
Quizás la primera actitud hacia la verdad sea la búsqueda.
La liturgia califica a Santo Domingo de Guzmán de “doctor de la verdad”. Doctor, o sea, experto. La Orden fundada por Domingo, en el siglo XIX, eligió la divisa Veritas, y se autoproclama “Orden de la Verdad”. De la verdad, no de la ortodoxia, no porque verdad y ortodoxia estén reñidas, sino porque la verdad es más amplia que la ortodoxia y tiene otras connotaciones. Tomás de Aquino introdujo la palabra “verdad” en la primera frase de sus dos grandes obras, la Suma de Teología y la Suma contra los gentiles.
Si, por un imposible, Pilato le hubiera preguntado a Tomás de Aquino qué es la verdad, probablemente Tomás hubiera respondido que Dios es la verdad primera y última. Pero quizás hubiera añadido que no sabemos lo que es Dios. Por tanto, calificarlo de verdad primera y última es algo así como decir que un desconocido está en la base de toda la realidad y que todo tiende hacia él, aunque no lo sepa. Si Jesús es la perfecta revelación de Dios, entonces tendría sentido que hubiera dicho de sí, más que de su doctrina: “Yo soy la verdad”.
Hoy la idea de verdad suscita prevención y reservas en mucha gente, sobre todo la idea de “poseer la verdad”. Porque, de entrada, eso significa que otros no la tienen. La verdad entonces separa. Separa a la Iglesia del mundo (que vive en el error) y separa al cristianismo de las otras religiones que falsamente pretenden también poseer la verdad. En el pasado siglo XX hubo una serie de ideologías que pretendían poseer la verdad (comunismo, nazismo, cientifismo). Lo peor es que pretendían imponerla, llegando en su nombre a odiar y matar.
Quizás la primera actitud hacia la verdad sea la búsqueda. Actitud inicial y permanente, si nos dejamos guiar por la idea de que Dios es la verdad y lo más desconocido. Esta actitud de búsqueda, en vez de separar, podría unir. Todos buscamos la verdad y en esa búsqueda podemos darnos la mano y comprender nuestras limitaciones. Las constituciones de los frailes dominicos dicen que los frailes están llamados a cultivar la inclinación de los hombres hacia la verdad. No dice que están llamados a imponer la verdad, sino a cultivar una inclinación, de modo que cada uno pueda buscarla e implicarse personalmente en esa búsqueda. La verdad entonces supone la libertad.
Acabo estos retazos mal unidos sobre la verdad con una pregunta: ¿cómo cultivar la inclinación a la verdad, el deseo de verdad, en un mundo edificado sobre la mentira, en el que muchos tratan de ocultar la verdad y otros no saben como encontrarla? Será necesario ofrecer razones, argumentos, explicaciones, estar bien informados y bien formados, no contentarnos con criticar lo que aparece en la superficie, saber buscar el fondo de las cosas, sacar a la luz los verdaderos motivos e intenciones, iluminar la mentira para que aparezca lo repulsiva que es. Pues la mentira, la injusticia, la oscuridad, no desparece cuando nos lamentamos o la criticamos, sino cuando la iluminamos. Por cierto, para realizar esta tarea es imprescindible el estudio y el saber teológico.