Edificar el templo de Jesús (Domingo XXXII del T.O Ciclo A)
La escena que nos presenta este domingo el evangelio es muy gráfica; habla del bullicio, el ruido y la algazara que se generan en torno al Templo, a causa del mercado que se colocaba a sus puertas. Es decir, que de un clima de silencio y oración para poder escuchar y ponerse en sintonía con Dios, lo que hay es ajetreo, prisas y malas intenciones. Y es en este marco en el que cada personaje lleva consigo unos intereses; estamos ante una panorámica un tanto desoladora, ante la que Jesús siente gran tristeza.
La figura del Templo ha llevado a los paisanos de Jesús a que en lo más íntimo de su corazón conciban la religión como un trueque: dan algo a Dios para conseguir sus propios intereses, hacen una acción buscando una recompensa.... Y por supuesto, los cambistas y mercaderes ven en el Templo un lugar para sacar partido. Y 'se monta el belén', es decir, 'la casa del Padre' se convierte en mercado.
Destruid este Templo, y en tres días lo levantaré. Cuarenta y seis años ha costado construir este Templo. Los judíos no entendieron nada. Pero es que Jesús no se refiere a edificar unas simples 'tapias' o poner bien unos bloques de piedra; más bien Jesús quiere ser cimiento en nuestras vidas, nos viene a decir que tiremos esos 'muros' que impiden nuestro crecimiento personal, que quitemos las barreras que no nos permiten relacionarnos con el prójimo, y todo aquello que nos daña o destruye. Jesús es el Templo de nuestra vida y desde ahí quiere que gire toda nuestra existencia. Él nos propone un cambio importante: cambia tu corazón a mi Padre. Porque: los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Vivir al estilo de Jesús la verdad del Evangelio.
A la luz de este pasaje nos podemos plantear qué es lo realmente esencial en la vida. De vez en cuando necesitamos poner todo "patas arriba" para ver sobre qué se debe sustentar nuestro día a día. Nosotros creemos que solo podemos hacerlo sobre Jesús, teniendo un encuentro personal con el resucitado. Fue ese encuentro de Jesús con sus discípulos el que los llevó a abrir la mente y a comprender lo que Él les decía. Esa misma experiencia nos debe llevar a nosotros a tomar unas actitudes: a que se arraigue en nuestro corazón la Palabra, y a estar convencidos de ello, y así le demos vida a las Escrituras con obras. Con la compasión y la misericordia encaminadas hacia el prójimo, a la religión le damos vida y le ponemos el sello de Jesús: "ése es el amor que quiero y no sacrificios" (Os 6,6).
Ese sello es para que no nos pase como a los mercaderes ni cambistas, que todo se quede en interés sin más o pura rutina, sino que para que la fe, o la experiencia de Dios no sea un acto vacío y sin sentido, le debemos aplicar la espiritualidad de la caridad, que nos debe llevar a: el celo de tu casa me devora. El celo por las cosas de Dios me lleva a reconstruir mi vida, a ponerme en camino y a construir lazos y puentes con el necesitado.... y al prójimo como a ti mismo por amor de Dios. Que no es otra cosa que llevemos una coherencia de vida, que seamos cristianos coherentes y comprometidos con el proyecto del Reino aquí y ahora.
Abrirse a los demás y sobre todo al que sufre; crear una sociedad, religión, convivencia auténticas, que lleven al ser humano a su plenitud, eliminando muros. Y a que del encuentro con Jesús y con el Evangelio se ponga en práctica lo que rezuma de esa Palabra y que necesita toda sociedad, religión o convivencia: compasión, misericordia, justicia, fraternidad.