"El bien no compite" Domingo XXVI del TO. Ciclo B (San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48)
Las lecturas de este domingo nos muestran dos actitudes para la convivencia cristiana y el seguimiento de Jesús: La apertura y la coherencia.El Maestro instruye a sus discípulos en el camino de la predicación del Reino desde una pedagogía de la vivencia humana. En cada experiencia que comparte con ellos ofrece las perspectivas que nacen del actuar de Dios. En los textos que tratamos, Jesús da una lección de acogida e integración y se opone a la exclusión y al sectarismo.
Al parecer, formar parte del grupo de los doce induce a algunos a sentir un privilegio que despierta los celos y les incita a reclamar prohibiciones. Se acercan a Jesús para denuncian a unos que predicaban sin ser del grupo. Esta humana actitud, señalada también en la primera lectura en los que protestan por aquellos dos que profetizaban sin haber estado en el momento de la repartición de los dones, son resultado un falso orgullo que no deja reconocer la auténtica procedencia del bien.
Las quejas de aquel apóstol por los predican en nombre de Jesús muestran lo reducido, esquemático y sectario en que podemos convertirnos cuando limitamos la capacidad del actuar de Dios. La actitud que corresponde a los hombres y mujeres de Dios es la de la apertura y la acogida, el acercamiento a todos aquellos que trabajan por el bien aunque no sean de nuestro grupo, partido o confesión.
Dios reparte los dones de su espíritu sin distinciones y sin racionamientos, la abundancia de su gracia está destinada a todos los seres humanos, merecedores todos de la salvación. El bien no puede molestar venga de donde venga, porque el bien tiene en última instancia la referencia del amor de Dios, único bien inagotable. La comunidad cristiana está llamada a trabajar en la sociedad aportando el bien desde la cosmovisión que nos da la fe y el seguimiento de Jesús; pero sin excluir a quienes desde otras motivaciones se implican en el trabajo por el bien común. Nadie que actúe haciendo el bien puede sernos un desconocido ni un peligro porque actúa en sintonía con el querer de Dios.
Los nuestros no son solos los que piensan como nosotros y forman parte de nuestros proyectos; es necesario abrirnos a la inclusión y al reconocimiento de que el bien puede venir por otros muchos caminos pero que su fuente y destino coinciden. El bien no compite como contrincantes de dos equipos que buscan poner más puntos en su marcador, el bien necesita de la colaboración de todos para construir un mundo mejor.
El escándalo se produce cuando utilizamos los dones destinado para hacer el bien como instrumentos del mal y de la muerte. La radicalidad de las palabras córtate la mano, sácate el ojo si te hacer caer, están referidas a la coherencia. No podemos ir por la vida sin comprometernos con las actitudes que reclaman nuestro actuar, nuestro abrir las manos y estrechar lazos. No podemos cerrar los ojos o mirar hacia otro lado como si no pasara nada y olvidarnos del bien que necesitan los demás. De todos es conocido “Haz el bien y no mires a quién” pero hoy se nos invierte la frase porque se nos dice no mires de quién viene el bien.
Nuestra predicación dominicana tiene en su dimensión profética la acogida a todos así como el compromiso en el trabajo en los lugares de frontera. No competimos pero corremos hacia la meta que es Cristo.