Santa María, Madre de Dios
La primera fiesta litúrgica del nuevo año es la «Solemnidad de Santa María, Madre de Dios». Se trata de una festividad que a menudo se ve opacada por la alegría y el entusiasmo de la celebración civil del año nuevo. Es por esto que recordamos algunos datos sobre esta solemnidad: comienza a celebrarse alrededor del siglo V e inicia en Roma, «el 1 de enero, el día octavo de navidad; en la Galia el 18 de enero, y en la España visigoda el 18 de diciembre. Esta fiesta, que en Galia y España se denominará Festivitas Sanctae Mariae y en Roma Natale Sanctae Mariae, constituye la fiesta mariana más antigua de nuestro calendario y la única que existió durante algún tiempo»[1]. Esta celebración es la consecuencia del primer dogma mariano: el de «María Madre de Dios, Theotokos», en el concilio de Éfeso en el 431, esta fiesta pronto desaparece y es hasta el siglo XX cuando el Concilio Vaticano II la recupera con el nombre y fecha en que se ubica actualmente.
El dogma surgió a raíz de la controversia con Nestorio, monje que consideraba que las naturalezas humana y divina de Cristo estaban sólo accidentalmente unidas y que, por tanto, era un error llamar a María «Theotokos» pues estaba convencido que no se podía atribuir a la parte humana las propiedades divinas. Sin embargo, resulta que esta forma de referirse a María estaba ya muy difundida entre los cristianos, pues era muy popular la oración «Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios», (la oración mariana más antigua que se conoce (250 d.C.) y cuyo manuscrito más antiguo apenas fue encontrado en 1938), esto despertó la reacción de los cristianos y de los Padres en contra de Nestorio que acaba con la condena de este en el concilio de Éfeso.
La brevísima descripción del dogma y su fiesta sirven para ejemplificar que el aspecto espiritual siempre es acompañado de una dimensión temporal o histórica, pues espiritualidad e historicidad al igual que cuerpo y alma son aspectos inseparables. «El ser humano es «todo entero y al mismo tiempo lo uno y lo otro, alma y cuerpo» (K. Barth); el hecho de distinguir esos dos momentos estructurales en el ser único y unitario que es el hombre no autoriza a numerarlos como si fuesen unidades sumables».[2] La cultura actual traslada esa dicotomía del ser humano al plano social, es decir, plantea una separación entre la vivencia espiritual y la vivencia más temporal o cotidiana, es por eso que se pide que los temas religiosos o espirituales no se externen en el día a día, que se reserven para la intimidad, algo evidentemente absurdo, pues el ser humano necesariamente exterioriza su espiritualidad en todos los planos de la existencia. Un ejemplo de esto es el festejo del año nuevo y la dimensión espiritual de la fiesta litúrgica, la vivencia de la primera parece anular la segunda porque parecen excluyentes.
A tal efecto, los cristianos estamos llamados a vivir nuestra temporalidad de manera espiritual, poner una mirada teologal, es decir, que remita a Dios en todo momento en todas las cosas, en la rutina diaria, a ejemplo de la dulce Madre de Dios, quien, en el evangelio de hoy, en uno de los momentos más trascendentes y espirituales de la historia, se nos presenta meditando la cotidianeidad y palabras de los pastores. Por eso, para festejar el inicio del año con una mirada espiritual como la de María, Madre de Dios, es conveniente tomarla como prototipo en nuestra vivencia espiritual cotidiana. Para ello, le proponemos a nuestro asiduo lecto o lectora que, a ejemplo de María, Madre de Dios, haga un pequeño ejercicio de despedida del año viejo y bienvenida del nuevo: eligiendo un momento en estos primeros días y rememora con atención los acontecimientos más importantes acaecidos en el 2022; medítalos, espiritualízalos, para así, hallar la presencia de Dios en ellos y que eso te impulse a agradecer y a hacer propósitos para el nuevo año.
Que este 2023 este lleno de bendiciones para ti y tu familia y no solamente en el plano histórico o temporal, sino que, sobre todo, puedas tener una mirada un poco más teologal de la realidad.
[1] Bernal, José Manuel., Para vivir el año litúrgico, Verbo Divino, Navarra, 1997, p. 248.
[2] Ruiz de la Peña, Juan Luis, Creación, gracia y salvación, Sal Terrae, Santander, 1993, p. 59.