Fiesta del Bautismo del Señor
Domingo del Bautismo del Señor
Durante el corto pero intenso y alegre ciclo de Navidad, celebramos el misterio de la encarnación de Dios, la sorprendente y siempre nueva noticia del Dios con nosotros en el nacimiento de Jesús. Con la fiesta del Bautismo del Señor se completa y se cierra este tiempo, pero no sin antes dejarnos las claves para una vida de seguimiento del Señor. Jesús no sólo asumió la condición humana sino que la iluminó con sus actitudes, de manera que el Padre expresó: “este es mi Hijo amado, escuchadle”.
El silencio de la infancia de Jesús en los Evangelios, nos abre a la idea de una etapa vivida en el anonimato, en la fragua de su identidad y misión. El detalle iba creciendo en estatura y sabiduría, son las pistas para mirar al hogar de Nazaret como la tierra de cultivo donde germina el Dios y hombre. Podríamos llamar el Retiro de Nazaret a la necesidad de tiempo de oración, interiorización y contemplación como piedra angular de la relación con Dios. Sin esta previa recomendación nuestra vida no encontraría el camino que conduce a Jesús.
Ver a Jesús en la fila de los pecadores que acuden al bautismo de Juan es un aliento para quienes caminamos por este mundo sujetos a nuestros límites. Él, que nació sin pecado, se pone en marcha para indicar que la vida nueva pasa por el reconocimiento y la purificación de nuestras miserias. La conversión predicada por Juan es válida para un proceso de integración del Espíritu de Dios pero necesita de la persona de Jesús, que oró al Padre para acoger el don que está más allá de las aguas del Jordán.
Jesús se hace bautizar por Juan como culminación de una etapa de su vida e inicio de un itinerario indetenible en la instauración del Reino de Dios. En esta experiencia sintió la presencia del Espíritu y oyó la voz del Padre. Desde aquel día su vida rompería el silencio de los primeros años pasando a ser una vida para los demás, así empezó el Evangelio. Su misión tuvo como punto de partida la más profunda experiencia de Dios que a su vez se hace pública manifestación ante todos de la elección y predilección del Padre Dios por su Hijo amado.
A través de este pasaje encontramos razones para la esperanza. Nosotros, puestos en la fila de la vida, sintiendo el paso, el peso y el pozo de la existencia somos regenerados por las aguas y el Espíritu que nos confirman como hijos de Dios. También para nosotros se abren los cielos y se nos muestra el cariño paternal de Dios que pone en marcha nuestra vida. Nuestro bautismo evoca la vida, la muerte y la resurrección de Jesús y nos sumerge en este misterio. Ser cristianos por el bautismo significa purificarnos en la conversión, experiencia amorosa de Dios, relación de intimidad con el Espíritu en oración e impulso de predicación. Hemos sido bautizados con Espíritu Santo y fuego, pues que arda nuestra entrega que somos de Cristo.