IV Domingo de Adviento
En los últimos días de Adviento, del 17 al 23 de diciembre, la Iglesia eleva con fuerza su corazón y sus manos para urgir la venida del Salvador. Al llegar el día 17, cambia el decorado del Adviento. Es la última semana, y todo se centra ya en la preparación de la Navidad. Sea cual fuere el día de la semana, el día 17 se abandonan las lecturas que se iban leyendo según el orden semanal, y se empieza el nuevo orden de lecturas que va según el día.
Esta última semana ha sido llamada “la semana santa que prepara la Navidad”, como una semblanza con la Semana Santa que concluye la cuaresma y conduce a la Pascua. Son unos días en los que se nos invita a vivir con más alegría, como poniéndonos en la piel de todos aquellos hombres y mujeres que vivieron tan de cerca el acontecimiento transcendental del nacimiento del Hijo de Dios en Belén.
Las lecturas bíblicas de estos días, pues, nos preparan ya directamente para el nacimiento de Jesús y así va desfilando ante nuestros ojos toda la preparación inmediata del cumplimiento de lo que Dios había prometido.
En la lectura de la buena noticia que nos propone hoy el calendario litúrgico tomada de san Mateo, nos trata de explicar el evangelista cómo Jesús, nacido de la virgen María, forma parte del linaje de David a través de José, que lo adopta como hijo.
La relación que existía entre María y José cuando vista el Ángel a María implicaba un compromiso matrimonial estable, hasta el punto de que si la pareja tenía un hijo, este era considerado como un hijo legítimo de ambos. José, al conocer la noticia que María estaba embarazada sin intervención suya, decide no delatarla, pues si lo hubiera hecho, ella habría sido juzgada como adultera. Sin saberlo, José actúa de acuerdo con la voluntad de Dios, y por esos se dice de él que era justo.
En la anunciación a José se hace una completa presentación de Jesús. En primer lugar se afirma su origen divino: viene del Espíritu Santo. Después se anuncia cuál será su misión a través del nombre que le impone José por mandato de Dios: Jesús significa “Dios salva”, y la misión de Jesús será precisamente, salvar a su pueblo de los pecados.
La figura de José es muy importante en el relato y en todo evangelio de la infancia de Jesús. El ángel se dirige a él como hijo de David, para pedirle que reciba a María y al niño poniéndole un nombre. La imposición del nombre es el rito a través del cual José recibe a Jesús como hijo. Mateo insiste en este detalle, porque en la antigüedad un niño no pasaba a formar parte de la descendencia paterna hasta que había sido reconocido por su padre o adoptado. Jesús entra en la descendencia de David gracias a la actitud obediente de José. En este sentido, podemos considerar a José como modelo de cristiano obediente a la voluntad de Dios.
José es el esposo y compañero, el hombre que sabe, calla y acepta, el hombre que se prepara y espera junto a María, el justo y pacífico. En este tiempo de preparación, de espera y esperanza en el Señor que viene, también podemos esperar con José y como José, en un segundo plano, pero igualmente necesario en la historia de la salvación. Él está siempre a la espera de lo que tenga que ocurrir, siempre a punto para cualquier cosa que se espere de él.
Pidámosle, pues, en este tiempo de adviento a san José y a la virgen María, la gran modelo para preparar la venida del hijo de Dios, para que intercedan por nosotros para aceptar en esta navidad la salvación que quiere obrar Dios por su hijo en cada uno de nosotros.