La buena semilla (XV dom. del T. O.)
Al acercarnos al evangelio de este domingo, corremos el riesgo de fijarnos demasiado en dónde cae la semilla y nos podemos olvidar del sembrador. Es cierto que en un primer momento debemos revisar nuestra vida e intentar descubrir cómo hemos dejado actuar la semilla de la Palabra recibida. Si dejamos que esa semilla dé fruto en nuestra vida entonces, necesariamente, debemos convertirnos en sembradores. Hacer esto es, como hace Jesús en el Evangelio, salir de nuestras casas, romper la inercia y marchar al encuentro de una sociedad que es cada vez más reacia al compromiso religioso.
La llamada a ser sembradores del Evangelio es una llamada a vivir nuestra fe con esperanza; a no desalentarnos por no recibir los resultados esperados. Es una llamada a abrir caminos de diálogo y a confiar en que el encuentro con Jesús seguirá dando frutos. Lo que importa no es el cosechar esos frutos, sino sembrar amor y esperanza en una sociedad y una Iglesia necesitadas de escuchar la voz de Dios. Para poder hacer esto, el sembrador necesita tener una buena semilla y salir con ella desde casa, y esto solo lo tenemos si cultivamos nuestra amistad íntima y personal con Jesús resucitado
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