"Las Bodas del Hijo". (Domingo XXVIII del T.O. Ciclo A)

 

En el Evangelio de este Domingo, nos encontramos a Jesús hablando con los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. Nos encontramos con una bella parábola que presenta el Reino de Dios como el banquete de bodas del hijo de un rey. Todavía resuena en nosotros la parábola de los “viñadores homicidas”. Tanto que podemos ver ciertas similitudes entre la una y la otra. La más aparente es que algunos invitados, como los viñadores, maltratan hasta la muerte a los criados del rey. Podríamos centrarnos en los malos invitados. Ver cómo rechazan la invitación, volviéndose uno a su tierra, otro a sus negocios y por último los homicidas. Todos comparten una actitud. No les interesa la boda. No les interesa el Reino, sólo sus asuntos. Son las excusas que muchas veces ponemos al proyecto de Dios.


     Pero dentro de la parábola, puede ser más interesante centrarse en tres aspectos fundamentales. El primero es la invitación. Dios invita al Reino. No es una conquista. Es un regalo y por tanto es gratuito. Es un don que tenemos que acoger con humildad. Y este se entremezcla con otro aspecto, el envío de los criados. En definitiva, que es Dios el que toma la iniciativa en el Reino. El segundo aspecto es sencillo: Dios sale al encuentro; al nuestro y al de todo el mundo. Después de la negativa de los primeros invitados, sería lógico pensar que el rey hubiera cancelado el banquete. Pero no lo hace, porque no se puede cancelar el Reinado de Dios. Por consiguiente envía a sus criados a todos los caminos, no sólo a los primeros invitados sino a todos en todas partes. Es una convocatoria “católica”, universal. También podemos ver que cuando el hombre no busca a Dios, éste se encarga de buscarlo y no cesa en su búsqueda y llamada.


   Por último, nos encontramos con los invitados que han venido al banquete. Son personas sencillas, pero que sin embargo se han puesto su traje de fiesta, sus mejores galas. Pero vemos a uno que va mal vestido, que no se ha vestido para la ocasión. Y entonces el rey monta en cólera. Manda que lo echen fuera, a las tinieblas. ¿Qué estamos viendo aquí? Dos formas distintas de asistir al banquete. El tercer punto es la respuesta que damos a esa invitación del Señor. El traje de la parábola no es material. Es nuestra vida misma, la respuesta que damos, la actitud radical de nuestra vida. Dios tienes la iniciativa. Somos sus invitados, Él ha salido a nuestro encuentro. “Dios propone…” pero somos nosotros los que tenemos que dar una respuesta adecuada a esa invitación. Porque Dios no impone su Reino a nadie, debe ser acogido en el corazón como una opción fundamental. Ya que “muchos son los llamados y pocos los escogidos”.