Necesitamos Maestros
Nuestro propósito es descubrir, captar y recordar los valores, la sabiduría que encarna; sabiduría no es lo académico en sí, sino que se identifica con el sabor de la vida.
En el lenguaje cotidiano, los términos «instructor», «docente» y «profesor» suelen emplearse como análogos de maestro, pero no significan lo mismo. Según la RAE, el instructor es el que instruye a la persona en la ejecución de una metodología o el que transmite una metodología de manera sistemática, cumpliendo unos objetivos; mientras que el maestro es aquel al que se le reconoce una habilidad extraordinaria en la materia que instruye.
Con esta sucinta distinción nuestro interés no es definir al maestro, tampoco queremos menospreciar a las otras figuras formativas. Nuestro propósito es descubrir, captar y recordar los valores, la sabiduría que encarna; sabiduría no es lo académico en sí, sino que se identifica con el sabor de la vida[1], el sabor que tienen los valores en una forma de vida porque este es su razón de ser y su labor académica. Una misión pedagógica que hoy es consumida por la dinámica del Hombre Productor Consumidor (HPC) —con sus valores dominantes y excluyentes, (biopsíquicos y económicos)— ha convertido a las instituciones académicas en laboratorios o fábricas de empleados al servicio del mercado laboral. «El HPC no necesita maestros, pero no puede prescindir de docentes, de simples profesores que generan fuerza laboral»[2].
Haciendo un paréntesis al respecto, también es de justicia preguntarse ¿cuál es el rol de las «instituciones académicas africanas»? Eso, si existen; tengo mis dudas, ya que estas casi no están en la dinámica del HPC ni responden a los problemas sociales, políticos y culturales de su contexto. Pero de lo que sí estamos seguros es de que desafricanizan al hombre de su contexto. ¿Las instituciones africanas necesitan maestros? Evidentemente, pero: ¿en qué sentido? el de abrirnos a las posibilidades de encontrarnos con nosotros mismos y de abrir nuevas vías para la propia reflexión para re–visitar críticamente el pensamiento negroafricano, ya que muchos africanos se enfrentan hoy a una tradición que han olvidado y a una modernidad que no comprenden.[3]
Por ello, urge reivindicar la figura del maestro que pueda dar e inspirar calidad humana frente a la invasión tecnocientífica.
Hoy nuestras instituciones académicas en la cultura científica y tecnológica se han convertido en aparatos para generar fuerza laboral para la producción industrial y se han descuidado de la calidad humana (ninguna es exonerada). Por ello, urge reivindicar la figura del maestro que pueda dar e inspirar calidad humana frente a la invasión tecnocientífica. Ante esto, nos damos cuenta de que nuestra sociedad no solo tiene necesidad de científicos o técnicos, sino que también clama la figura de maestros que iluminen y conduzcan a los demás por buenos senderos de la vida, que nos encaminen hacia una vida con calidad humana. Decía el gran humanista francés François Rabelais, «ciencia sin conciencia es ruina del alma».
A tal efecto, los maestros no pueden limitarse a la profesionalidad académica, ajenos a las mutaciones socio-culturales, encasillados y enclaustrados en la «torre del saber»[4], sino que han de ser maestros auténticos y defensores de la vida, a la cual deben privilegiar y proteger sobre aquellos intereses que atenten contra ella. Para Eladio Chavarri, el maestro es aquella persona que puede herir nuestra capacidad para gustar felicidades, que no se deja engañar por los fenómenos de superficie, las apariencias. El maestro es siempre maestro de calidad; sobre todo de calidad de sustancia humana; alguien que sufre como nadie las insensibilidades, cegueras y la dureza de corazón de los suyos; no se impacienta, no tiene prisa, sino que espera con paciencia para dar sabor a la vida de sus interlocutores; el maestro no se sitúa en el mero cumplimento sino en el compromiso[5].
Hoy ante la volatilidad de nuestros sistemas educativos necesitamos maestros que tengan el gusto por pensar en cualidades humanas más interesantes que las del Hombre Consumidor Productor (HPC); maestros que trasciendan las costumbres mecánicas, la repetividad que conduce al estancamiento. Necesitamos de maestros que generen un conocimiento que esté acompañado de la ética, porque sin ética, el conocimiento termina pervirtiéndose[6]. Así mismo, hacen falta maestros que enseñen a aprender a ser; es decir, a contribuir al desarrollo integral de cada persona por medio de un conocimiento profundo, transformador y critico que le permita elaborar un juicio adecuado[7] y propio para determinar por sí mismo una actitud personal ante las diferentes situaciones de la vida.
Si tu corazón late más aprisa viendo a tus alumnos.
Si cada persona es para ti un ser que se debe cultivar.
Si sabes volver a estudiar lo que creías saber.
Si tu vida es lección y tu palabra silencio,
entonces... tú eres maestro.
(Anónimo).
[1] Cf. Eladio Chavarri, Perfiles de nueva humanidad, San Esteban, 1993, p.110.
[2] Ibid, p.101.
[3] Molongwa Bayibayi,Breve introducción a la religión africana. Del Egipto faraónico a nuestros días, Knshasa-Munich-Paris, PAU, (Proximo 2023).
[4] Remolina, Velásquez y Calle, “El maestro como formador y cultor de la vida”, http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=39600215.
[5] Cf. Eladio Chavarri, op.cit., p. 108.
[6] Cf. Martin Gelabert, “Educar, ¿impartir conocimientos o madurar a la persona?” https://nihilobstat.dominicos.org/articulos/educar-impartir-conocimientos-o-madurar-a-la-perso/
[7] Cf. Delors, Jacques, La educación o la utopía necesaria. la educación encierra un tesoro. Grupo Santillana, 1996, p.95-108.