Ni vivos ni muertos
Cíclicamente resurgen las historias de vampiros, zombies, y demás calaña de seres que no sabemos muy bien si están vivos o muertos. En los últimos cinco años (más o menos), las historias de terror han inundado la pantalla con series de relativo éxito para todos los públicos. 'American Horror Story', 'The Walking Dead', la saga 'Crepúsculo', 'True Blood', o incluso una serie para niños (sobre todo niñas) que se llama 'Monster High', una novela de instituto pero con vampiros que van a clase.
En el éxito de la fascinación por la muerte hay algo de rebeldía y miedo. Rebeldía porque nos resistimos a aceptar que todo se acabe en el ataúd, la vida es demasiado corta y siempre nos van a quedar cosas que hacer. Tenemos el deseo íntimo dentro de todos nosotros de que morir no sea el final, sino de que nuestro ser perdure de alguna manera. Miedo porque no hemos visto a nadie volver del otro lado de la existencia, y la experiencia nos dice que eso sencillamente no pasa. Por eso, de volver del otro lado, quien vuelve debe ser necesariamente 'otro'. Si vivencias como estudiar una carrera, elegir unos amigos o enamorarse nos cambian... mayor debe de ser el cambio para burlar a la muerte, que nos quiere llevar a dormir siempre con ella.
Por eso, todo aquel que vuelve del más allá debe serlo gracias a un poder sobrenatural... pero uno malo. A veces se ve como una enfermedad, como el caso de los zombis. Otras se ve como la transmisión de un poder maldito, caso de los vampiros. Otras, como la necesidad de tomar venganza o acabar con deudas pendientes en la vida, caso de los fantasmas. Hay en estas realidades una insatisfacción de la vida, como de quien no ha sido capaz de morir en paz y necesita una especie de segunda oportunidad desesperadamente.
Aceptar la muerte
Este tipo de historias nos muestran a menudo cómo el estado de 'ni vivos ni muertos' es antinatural y hay que combatirlo aunque no queramos. De otra manera, acabará con nosotros. Quizá uno de los ejemplos que más inciden en este aspecto es el de los zombis. En concreto, 'The Walking Dead' es una de las series con mayor audiencia a nivel mundial. Una producción que sin ser de las mejores que podemos encontrar en el panorama actual, tiene capítulos que son verdaderas obras maestras.
Son aquellos en los que los protagonistas se ven forzados a aceptar la muerte de sus seres queridos, y a ver que aquello que tienen delante no es aquel ser al que amaban. El ejemplo más dramático es el el de la temporada 3, cuando Carl Grimes debe matar al zombi de Lori Grimes, su madre. Una escena especialmente dura, puesto que ella expira justo después de dar a luz a una bebé a la que llamarán Judith. Por suerte, la escena utiliza el recurso de la elipsis, de manera que nos eriza los pelos sin mostrar sangre innecesaria.
Esa actitud se opone a la de Philip Blake, que hace las veces de antagonista en esta parte de la serie. Blake, gobernador de un pueblo que resiste como puede la invasión de los muertos vivientes, mantiene sin embargo el zombi de su hija y lo cuida como si aún fuera su hija. Al final, Carl vive a pesar de ser solo un niño y el gobernador se vuelve loco y termina mal.
En definitiva, para aceptar la vida debemos aceptar la muerte como parte de ella. El recurso narrativo a criaturas que viven en un limbo maldito entre los dos lados nos puede ayudar a entenderlo.
Y desde la fe, sólo si aceptamos morir de verdad podemos ser coherentes al creer en la resurrección, porque lo que no muere no puede resucitar. No se trata de perder el miedo a la muerte, sino de afrontarla con esperanza.