Paz a vosotros
Que el Cristo resucitado os llene de amor, os bendiga y os acompañe para siempre. Queridos amigos y amigas, el Evangelio de hoy nos presenta la unidad que mantuvieron los discípulos en la ausencia de su Señor. Por eso cuando llegó por primera vez el Señor, Tomás no creyó porque no estuvo en medio de ellos, y como muchos que actualmente siguen sin creer. La buena noticia es que el Señor nos perdonó a todos de nuestras culpas y quiere que seamos santos como Él. El espíritu que insufló sobre ellos les dio consistencia.
La Iglesia universal celebra también el domingo de la Misericordia. La Congregación del Culto Divino y de los Sacramentos la añadieron en el año 2000, por expreso deseo de san Juan Pablo II. Y en efecto tenemos a un Padre misericordioso, el cual quiere lo mejor para sus hijos e hijas.
Es muy importante vivir en conjunto, porque el hombre es insuficiente por sí mismo. Necesitamos de los demás como vivían en las primeras comunidades cristianas. Como nos lo relata la primera lectura de Hechos de los Apóstoles (2, 42-47): se ayudaban mutuamente y compartían lo que tenían. Hoy en día somos conscientes que nos obligan a vivir el individualismo, el egoísmo… tenemos que estar firmes en remar contra corriente. Estamos llamados, todos y a cada uno de los hombres y mujeres, a formar parte de un todo. Donde podemos aportar lo mejor de nosotros mismos.
La palabra que pronunció Jesús “Paz a vosotros” vio que sus discípulos la necesitaban porque vivían presionados, y con miedo… la paz que recibieron del Maestro les llenó el hueco que anhelaban. Por eso Pedro puede decir: Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. (1P 1, 3).
El soplo sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, la vida nueva, por medio del Espíritu el Señor nos da un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo mundo que cree en Cristo.