“Preparadle el camino al Señor…” Domingo II de Adviento, ciclo B
Pues sí…, hoy dos personajes magníficos, que protagonizan el Adviento, el profeta Isaías, y Juan el Bautista, según Jesús “más que un profeta” (Mt 11,9), nos dicen y proclaman: “…preparadle el camino al Señor”.
Es el mensaje para todo adviento y todos los advientos y todo el año. Y nos lo dicen los dos, que son “voz que clama en el desierto”. Y claman que Dios está a la vista, que llega y ¡tenemos que preparar sus caminos! Y nos lo proclaman en este tiempo en que nos toca vivir hoy, nada gratos, tiempos de incertidumbre, inseguridad ante un futuro cada vez más complicado y difícil; estamos como atrapados en una sociedad con una especie de destino de fatalidad, donde lo normal empieza a ser la desesperanza y la resignación.
Los optimistas tratarán de ver las cosas en su aspecto más favorable, mientras que los pesimistas, por el contrario juzgarán las cosas por el lado más desfavorable, pero hoy estos dos profetas nos presentan un camino distinto, un camino abierto a la esperanza: Dios está ahí… “mira que estoy a la puerta y llamo, si me abres entraré…” (Ap 3,20) ¿te vas a quedar sin abrir, mirando?
Y cuando todas las esperanzas humanas parecen apagarse, el creyente sabe que Dios sigue viniendo en nuestros días y haciéndose presente “en los gozos y en las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo…” (LG 1). Vivir con esperanza cristiana no es un optimismo barato ni un consuelo ingenuo, sino una forma de enfrentarse a la vida desde la confianza radical en un Dios Padre de todo y de todos, que está sobre todos, entre todos y en todos (Cfr Ef 4,6). El creyente experimenta la vida como algo que está en marcha a su plenitud, con la fuerza salvadora de Dios.
Y desde el corazón del creyente, crece la convicción de que Dios, en su Hijo Jesús, vino en la historia hace dos mil años, viene cada navidad, y vendrá al final de los tiempos. “Y el Señor no tarda en cumplir sus promesas… El día del Señor llegará” (2ª lect). Por eso no nos refugiamos en una esperanza fatua, artificial o engañosa, sino “preparando el camino al Señor, allanando sus senderos”.
Cada día del adviento debe ser una nueva ocasión y posibilidad para hacer crecer en nuestro mundo el reino de Dios, con nuestras actuaciones por pequeñas que sean… así es la esperanza, como nos recuerda gozosamente Charles Péguy:
“Que estos pobres hijos míos -dice Dios- vean cómo marchan hoy las cosas y crean que mañana irá todo mejor, esto sí que es asombroso. Esta pequeña esperanza es la que hace andar al mundo entero y la que lo arrastra”.
¿Cómo preparar los caminos? El Mesías cuando llegue debe encontrar senderos allanados, lo tortuoso enderezado… es decir, un pueblo purificado, arrepentido, personas convencidas en convertirse al Señor con valores nuevos, evangélicos, desprendidos de esclavitudes y servidumbres que atenazan, para que brille la libertad, la justicia, el amor y la paz… y entonces será posible “esperar un cielo nuevo y una tierra nueva” (2ª lect).
Los cristianos estamos obligados, más que nadie, a esperar la gloria del Señor de la misericordia y la salvación. Esa es nuestra esperanza ante este tiempo de adviento. Y esta es la voz lanzada al antiguo y al nuevo pueblo de Israel, a aquellos y a nosotros, a ti y a mi…, que se repite cada adviento para todos, y que incluye la esperanzadora exigencia de abrir caminos nuevos en esta sociedad en que nos toca vivir… ¿seguimos preparando el camino…?