¿Quieres ser tú un gesto del Espíritu? (Solemnidad de Pentecostés)

Fr. Carmelo Preciado Medrano
Fr. Carmelo Preciado Medrano
Convento de San Pablo y San Gregorio, Valladolid

“Y aquí seguimos, esperando a que vuelva…” se nos decía el domingo pasado en estas reflexiones… y ya estamos en Pentecostés sintiendo que se realizan las promesas de Jesús: “no os dejaré solos… os enviaré mi Espíritu”.

Esta fiesta de Pentecostés corona la obra de Jesús y confirma a la Iglesia con sus dones… Y es que en Jerusalén, en esta fiesta de origen judío que se celebraba a los 50 días de la Pascua, se reunía gente de todos los lugares. Eran numerosos los judíos que se daban cita en la ciudad santa en estos días, variados y cosmopolitas (Hc 2, 9ss) y cada uno con su propio idioma…

Entonces ocurrió los sorprendente y maravilloso, que estando reunidos los apóstoles junto a María en oración (Hc 1,13ss) un viento huracanado sopló sobre ese lugar y unas, como lenguas de fuego, se posaron sobre los apóstoles. Y aquellos corazones se encendieron en amor divino, y los que estaban envueltos en miedo respiraban ahora valor y coraje por el Espíritu recibido para hacer realidad el mandato del Maestro: “id por todo el mundo y predicad el Evangelio…”. Y recordarían la frase dicha por Jesús: “os conviene que yo me vaya, para que el Espíritu Santo llegue a vosotros…”

Pero Pentecostés no es solo un recordatorio, sino algo que está presente en la Iglesia de entonces, y en la actual y en cada uno de nosotros… pero debemos preguntarnos y pedir ese Espíritu para que actúe sobre nosotros. Así lo pidió María al arcángel Gabriel en su anunciación: “¿cómo sucederá todo eso…? Y el ángel contestó: el Espíritu vendrá sobre ti…”

Los apóstoles, llenos de miedo y reunidos en el cenáculo con María también se preguntaban cómo iba a ser posible realizar todo lo que el Maestro les había dicho… y oraban… Fue entonces cuando sintieron esa fuerza del Espíritu sobre ellos que les llevaría a ser sus testigos hasta los confines del mundo.

Los creyentes no podemos desentendernos en nuestras vidas del Espíritu, lo necesitamos… fuimos bautizados y confirmados en su nombre y en su nombre se nos perdonan los pecados setenta veces siete.

Y por si fuera poco, impulsa nuestros pasos en todo momento, nuestro caminar por la vida, nuestras opciones vitales… nuestra vocación humana y cristiana… Por cierto ¿qué eres, qué has elegido en la vida, qué te gustaría ser…? ¿Has pensado si el Espíritu Santo te ha concedido algún don para poner al servicio de los demás…?

Hay un lenguaje universalmente inteligible, el del AMOR, el de la entrega. Es ese el lenguaje, el del amor desbordado de las maravillas de Dios, el que el Espíritu Santo transmite a los apóstoles y a la Iglesia, a todos los creyentes, el que entendemos todos los hombres sin necesidad de palabras y el que podemos practicar todos en nuestras vidas: -Bendito lenguaje de amor el del cristiano, sacerdote, religioso o laico, casado o soltero, niño, joven, adulto o anciano, enfermo o sano... que hace inteligible las maravillas de Dios, el mismo amor de Dios a los hombres. -Bendita la misericordia y el gesto, la sonrisa que acoge, la boca que enseña, el oído que escucha, la mano que acaricia y sana, el pie que visita y acompaña, el corazón que comparte y ama, bendita la vida que se desgrana y entrega por oficio, por vocación o por entrega voluntaria y generosa hasta la muerte...

Por todo eso podemos decir que Pentecostés es siempre actual. Si no nos damos cuenta de ello, es porque estamos distraídos. Sentimos nostalgia fácilmente de aquellos comienzos de la Iglesia que nos parecen esplendorosos. Y resulta que continuamente está actuando el Espíritu en la Iglesia animándola en los acontecimientos de cada día y nosotros podemos hacerlos esplendorosos: cada testimonio y cada vida... cada cristiano comprometido que responde a la llamada del Maestro e intenta ser coherente con su fe y se preocupa de su prójimo.

Realmente la historia del mundo es un desarrollo del primer Pentecostés y sólo terminará cuando todos los pueblos, superando el odio y reunidos en el amor y en una sola fe, puedan cantar juntos las maravillas que Dios ha realizado entre ellos

¿Quieres ser tú un gesto de este Pentecostés?