"Testigo de la Luz" Tercer domingo de Adviento
Seguimos avanzando en este tiempo de Adviento, a sólo una semana de la Nochebuena. La figura de Juan el Bautista vuelve a aparecernos en el Evangelio de hoy. Juan es la voz que grita, aquél que nos llama a preparar y allanar el camino de nuestro corazón para el Señor. No es casualidad que este gran personaje aparezca varias veces en el tiempo de Adviento, justo al inicio del año litúrgico. Su figura nos recuerda la necesidad que tiene el ser humano siempre de volver la mirada hacia Dios. De salir de la comodidad, de uno mismo, y de ir al encuentro del Dios que viene.
Juan tiene la misión de ser testigo. Y por eso, es para nosotros un modelo de nuestro actuar en el mundo. Somos testigos de Cristo, del Dios de la misericordia y el perdón. Nuestra vida debe ser un testimonio del mismo. Jesús nos dice que somos “la luz del mundo”. Pero no podemos ser verdadera luz si no estamos centrados en la Luz, en Jesús. Imaginemos por un segundo un vaso de cristal. Detrás del mismo ponemos una vela, una luz. Si el vaso no es transparente, no vemos la luz que brilla. Y si el vaso es transparente, podremos ver la luz dependiendo del color del líquido que haya dentro.
Nosotros somos ese vaso. Y nuestra vida, lo que hacemos con ella, las decisiones que tomamos, nuestro posicionamiento ante el hermano, es el líquido que echamos. Si nuestra vida es coherente, el vaso estará lleno de un agua clara, limpia y pura. Entonces, no sólo dejaremos pasar la luz de la vela que está detrás del vaso. Sino que dicha luz brillará con más fuerza. Pero el agua y el vaso no son la luz. Nosotros no somos la luz. Es Cristo. Y ese es uno de los grandes misterios de la vida cristiana. Porque conforme avanzamos en ella y nos vamos dejando transformar por Cristo, podemos llegar a decir, como Pablo “vivo pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”.
Y a la vez, volviendo al Evangelio, debemos tener la firmeza que tuvo Juan el Bautista para reconocer que no somos la luz. Juan es interrogado acerca de si es el Mesías, Elías o el profeta. En nuestra vida estamos tentados a ponernos en el centro de todo, a engordar desordenadamente nuestro ego, de abusar de la expresión “es que yo soy…”. Juan el Bautista nos da el remedio. Ante esas preguntas, que son nuestras tentaciones diarias, responde rotundamente: “Yo no soy… no lo soy… no”. Juan tiene clara su tarea de testigo. Y el cristiano debe tenerla clara también. Porque el cristiano no deja de ser un testigo, un discípulo del Señor. Alguien tocado por la gracia que se deja transformar. Que podamos en este tiempo de Adviento, tiempo de gracia y esperanza, dejarnos transformar por el Dios que viene siempre, para que su Luz brille en nosotros.