"Unidos para dar frutos" Domingo V de Pascua, Ciclo B (Jn 15, 1-8)
En este 5º Domingo de Pascua en todas las iglesias se proclamará el Evangelio de san Juan: capítulo 15, versículos del 1 al 8. En él Jesús dice a sus discípulos que Él es la vid verdadera y ellos son los sarmientos. Si leemos atentamente este texto del Evangelio lo primero que nos encontramos es una repetición frecuente, el verbo “permanecer”; esta repetición nos hace comprender que es la palabra clave del fragmento. El capítulo 14 es el comienzo del llamado “discurso de despedida”, en él se pone el acento en la inmediata partida de Jesús y como los discípulos están inquietos ante ese hecho. Jesús para curar esa inquietud de los discípulos les habla de comunión profunda, real e indestructible que hay en Él y aquellos que creen en Él, como la vid y los sarmientos que están unidos para siempre. Y esa unión con Él es necesaria para poder dar fruto.
La unión con Jesús y la necesidad de estar unidos con Él para dar fruto, son dos ideas básicas que se repiten en todo el texto. Y podemos añadir que lo primero es condición para lo segundo; es decir, que el permanecer unido a la vid, que es Cristo, es la condición indispensable para dar fruto a gloria del Padre y ser su discípulo.Así como los sarmiento necesitan la savia de la vid. Nosotros necesitamos de Cristo. Solamente en contacto con Jesús podemos tener vida y fuerza interior, capacidad y aguante para cambiar nosotros y transformar la realidad, venciendo el mal en nuestro interior y fuera de nosotros.A la luz de la frase de Jesús: “Sin mí nada podéis hacer”, deberíamos revisar nuestro trabajo apostólico, nuestros servicios caritativos y sociales, nuestra lucha por la justicia y los derechos humanos, etc.
Jesús, además de hablar de comunión con Él y de dar fruto, habla también de la poda: “El Padre corta todos los sarmientos unidos a mí que no dan fruto y poda los que dan fruto para que den más fruto”. Como viñador, Dios es el encargado de hacer la poda de los sarmientos de la Iglesia por medio de la persecución y de las tribulaciones. También nosotros hemos de colaborar en esta tarea facilitándola, podando nuestra riqueza almacenada, del boato y de la soberbia, del poder temporal, de la vanidad y del aplauso, del egoísmo, de la mentira, de la hipocresía y del materialismo, etc.
La poda, que es la ley de la purificación es necesaria para poder llegar a dar frutos de santidad y de paz, para poder ser sarmientos puros, auténticos, que produzcan frutos. Se trata siempre de la ley de la semilla que muere para poder dar fruto. Por eso es importante aprender a leer nuestra vida en clave de fe: nos hace falta creer que el sufrimiento, si se acepta de este modo, -y no porque en sí mismo sea un bien, sino porque lo vivimos por amor y con amor-, da fruto de vida, de salvación y de alegría. Porque se trata del sufrimiento que es participación en la pasión de Cristo, de ese que es querido y permitido según el designio divino de amor.