XVI DOMINGO DEL T.O - ¿Señor, quién puede hospedarse en tu tienda?
Queridos hermanos y hermanas, en este domingo XVI del tiempo ordinario las Escrituras nos ponen en alerta, nos disponen a escuchar la palabra de Dios. Leemos en Gn 18, 1-10a cómo nuestro patriarca Abrahán en Mambré acogió a los tres hombres para que pudieran descansar y tomar algo en su casa antes de marchar. Es de buena costumbre acoger al peregrino, sin esperar nada a cambio, como lo hizo el patriarca. Por su benevolencia, esos tres señores le concedieron la gracia a su mujer de ser madre: como sabemos por las Escrituras, Sara era ya de edad avanzada, y le era difícil concebir un hijo, pero ante los ojos de Dios nada hay imposible. Que se abran las puertas, para que el Señor entre a morar en tu casa.
El salmo 14 nos dice: «El que anda sin tachas y obra la justicia; el que dice la verdad de corazón… no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño del inocente. Quien obra así nunca fallará». Queridos míos, como dice el refrán, «haz el bien y no mires a quién»: nunca sabremos de dónde vendrá el Señor para visitarnos.
En la segunda lectura vemos cómo san Pablo, cuando va a predicar a los gentiles, no se encarga solo de esta gran tarea ni es soberbio con la labor que se le ha encomendado, sino al contrario: se pone en el mismo rango que los gentiles, es decir, de los extranjeros. Les anuncia la palabra de Dios, les anuncia que Dios es la riqueza máxima que un hombre puede poseer; es «tener a Dios en su corazón». Dios, como el alfa y la omega, siempre sale en la ayuda del que confía en él sin condiciones. ¿Qué es lo que llamo condiciones? Hacer el bien y esperar algo a cambio. Pero los caminos de Dios no son como los de los hombres. Para los hombres, si trabajas, exiges que te paguen en ocasiones; con esa misma lógica nos dirigimos a Dios para que cumpla… Pero no, los caminos de Dios son muy misteriosos, y actúa cuando le conviene, o cuando no te lo esperas.
En el evangelio de hoy, encontramos la figura de Marta y María, con las que Lucas nos narra la acción de las dos hermanas: una está sirviendo a la gente y la otra se sienta a escuchar a Jesús; la vida de la contemplación y la vida de la acción. A Marta le toca la vida de acción con el trabajo cotidiano: sin el trabajo no nos dignificamos, lo cual no nos ayuda ser buenos cristianos. Estamos llamados a trabajar en la viña del Señor: con nuestro trabajo somos capaces de cumplir la voluntad de nuestro Padre. A María le tocó la contemplación, antes de llegar a la acción. Queridos amigos y amigas, es bueno compaginar las dos acciones, porque van a la par el trabajar y contemplar, como el lema «ora et labora» (rezar y trabajar). Dios te necesita en su obra para dar frutos. Déjate llevar por su amor y verás los buenos frutos que dejará en ti.
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano». No deseemos lo que el otro tiene si lo que tienes no lo valoras; eso es egoísmo. Amemos nuestra condición, la que nos toca: todos podemos seguir al Señor desde nuestra condición. Que el Señor os conceda la gracia de ser buenos y fieles seguidores, y que os proteja siempre. Amén.