Ya viene el Salvador
Queridos míos, en este tercer domingo de Adviento las lecturas nos acercan cada vez más a un tiempo de espera, el gran acontecimiento la llegada del Mesías. Tanto el profeta Isaías y Santiago nos dan una esperanza, afirmando rotundamente que el Reino de Dios está cerca.
La carta de Santiago nos invita a vivir como buenos hermanos, que nos ayudemos mutuamente, que seamos firmes en el Señor, porque de él viene nuestra salvación.
El Evangelio nos dice que Juan estaba en la cárcel. Más adelante, el evangelio nos hará saber que fue detenido por la malevolencia de Herodes, que no aceptó la denuncia del profeta Juan que reprobaba la inmoralidad de su relación con Herodías, la mujer de su hermano. Juan Bautista anunciaba la venida inmediata del Reino de Dios de la mano de su enviado, el Mesías. Y Juan usa el mismo lenguaje de Malaquías 3,2-3 anunciando la llegada de este Mesías purificador. La pregunta de los discípulos, enviados por Juan, refleja probablemente la polémica post-pascual que existió entre las comunidades judeo-cristianas y los seguidores del Bautista. Tiene que ver con la identidad mesiánica de Jesús. La expresión el que tiene que venir resume la esperanza mesiánica de la tradición bíblica.
La respuesta de Jesús elude la pregunta, en cuanto que no responde si es él el que tenía que venir o no. Sólo se limita a invitar a los enviados de Juan a anunciarle a este último que oyen y ven. Los hechos aludidos por Jesús recuerdan algunas de las profecías de Isaías en relación la acción salvadora de Dios en el futuro (26,19; 35,5-6). Son estas acciones liberadoras a favor del hombre las que revelan que Jesús es el Mesías enviado por Dios. Jesús no se presenta como un Mesías reformador, de estilo apocalíptico y al servicio de las instituciones judías. Su misión mesiánica aparece caracterizada por el anuncio del reino a los pobres, por la curación de los enfermos y el don del perdón ofrecido gratuitamente a los pecadores.
Cuando se han marchado los enviados, Jesús se refiere a Juan Bautista diciendo que es un verdadero profeta. No fue un hombre miedoso e incierto, ni alguien vestido elegantemente como los cortesanos y poderosos. En realidad fue más que profeta, pues preparó la venida del Mesías, aun cuando probablemente vivió con cierta perplejidad el estilo mesiánico del Señor. Jesús dice de Juan que no ha nacido de mujer uno más grande que él; pero añade que el más pequeño en el reino de los Cielos es más grande que él. La misión del Bautista en la historia de la salvación es excepcional, pero solamente tiene pleno significado en relación con la plenitud del reino anunciado e inaugurado por Jesús. Estemos siempre abiertos para recibir el gran misterio de amor.