Características de nuestra predicación

Fr. Carlos Antonio Ávila Martínez
Fr. Carlos Antonio Ávila Martínez
Real Convento de Predicadores, Valencia

La predicación no ha sido una tarea fácil en la historia de la Iglesia, ya que no sólo se trata una cuestión de aplicar unas ciertas técnicas oratorias, o una teoría sobre la comunicación, sino que supone otro aspecto más divino-vivencial, y así sería de desear, que todo predicador tuviese una profunda experiencia de Dios en su vida.

El predicador es aquel “que trata con Dios, y habla a los hermanos de Dios”, anuncia su Palabra, pero es un anuncio que se proclama con palabras humanas, sencillas, cercanas y comprensibles a todos, como lo hizo Jesús, el Maestro de Nazaret. Sin embargo, la predicación exige en nosotros el arte del buen decir, es decir, no basta tener buena voluntad de anunciar, sino que nos exige una preparación adecuada, renovada y siempre actual, y en dos dimensiones: una más técnica y teórica, y la otra más espiritual, pero con los pies en la tierra. El predicador debería transmitir siempre el don de la vida divina, que Jesús nos ha traído, y que siempre es sobreabundante, porque la “la mies es mucha”.

El predicador se alimenta de manjares sustanciosos, “rico en calorías”, pero saludable para la predicación. El alimento del predicador es la Palabra de Dios, es la Eucaristía, es la presencia de Dios, en nuestras vidas, y que se favorece con la práctica y la experiencia de una oración profunda, amigable, confiada, personal y comunitaria.

La predicación exigirá también la integración de todos los aspectos de la vida del hombre, de la mujer y de todas las etapas de la vida. En este sentido, será importante una aguda observación de las realidades humanas, que nos lleve a una lectura eclesial de los signos de los tiempos.

Al mismo tiempo, es conveniente conocer y amar a quien nos vamos a dirigir, no somos mejores o superiores, somos hermanos e hijos de un mismo Padre. Huyamos de las homilías pesimistas, ideológicas y soberbias, cansadoras y autorreferenciales, que nunca edifican a nadie.
En la predicación, juegan un rol muy importante y decisivo, el testimonio y el ejemplo de vida cristiana, es una predicación, aún sin haber pronunciado palabras o discursos grandilocuentes. 

Ahora, para ir terminando quisiera presentarles algunas características de la predicación que podemos encontrar en la predicación de Jesús. El evangelista San Juan en su prólogo nos revela que: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). Cristo es el Verbo, la Palabra, la manifestación y la revelación plena de Dios a la humanidad.

El Predicador de la Buena Nueva por antonomasia es Cristo. Ahora bien, ¿qué características podríamos mencionar en la predicación de Jesús de Nazaret? Mencionaremos algunas, seguramente ellas nos podrán iluminar, estimular, y enriquecer en nuestra vida de predicadores, porque su anuncio siempre es actual, su Palabra siempre se hace presente en nosotros a través de la escucha, en la meditación, y en nuestra vida personal y comunitaria. Cristo vive en medio de nosotros, y nos ayuda en la predicación.
La predicación de Cristo es nuestra predicación, sin embargo, nosotros anunciamos a Jesús, y por eso el predicador tendría que tener siempre su vida centrada en Cristo, y así la predicación es predicar como Cristo predicaba, pero anunciando esa Buena Nueva a los hombres y mujeres de hoy.

Vamos a enumerar de manera breve algunas de las características de la predicación de Cristo, anhelando que los lectores y predicadores pudiesen completar o enriquecer este escrito, con alguna precisión más, o destacando algún aspecto que hemos omitido, esto lo dejo a vuestra iniciativa personal.
He aquí algunas de sus cualidades de la predicación de Jesús:

- Cristo hablaba muchas cosas en parábolas, con palabras simples que todos podían entender (Mt 13, 3) y anunciaba el reino de los cielos, que se hacia presente en la vida de los hombres y mujeres. El reino de los cielos es una presencia de Dios que transforma la vida, nuestra existencia, porque nos reconcilia, nos perdona, nos ama, transmite paz, felicidad y gozo. Sin embargo, es una presencia que nos pide apertura a las exigencias de nuestros hermanos de la comunidad y del mundo entero.
- La predicación de Jesús, es eficaz y poderosa porque procede de Dios, ya que Él es el Hijo de Dios que se hace hombre, cercano y amigo, pastor y maestro, pero manso y humilde corazón. Su predicación anuncia la conversión y la misericordia, pero la conversión es para la felicidad, para dejarse llevar libremente por el Espíritu de Dios, superando los obstáculos y las dificultades de nuestra vida.
- Su predicación al pueblo de Dios, es un discurso pronunciado con autoridad, pero no con autoritarismo. Cristo nunca ha sido partidario de la coacción a las personas, y nunca lo será, por eso siempre respeta la libertad de los oyentes. Prefiere ser recibido, acogido libremente, y por eso será discreto, silencioso y casi ausente al momento de utilizar su poder divino para no provocar la admiración, y el aplauso fácil, o encumbrando a las multitudes con expectativas irreales o promesas falsas.
- Es un sembrador que esparce la buena semilla de la Palabra de Dios, no busca el éxito rápido, ni el minuto de fama, ni las formulas mágicas, tampoco los crecimientos artificiales, sino los vitales los que comprometen la vida. La dinámica de Jesús sembrador, se caracterizará por ser una siembra que deberá ser acogida en nuestros corazones, elaborada y protegida para que los frutos renazcan y perduren en nuestras vidas. Nunca con la indiferencia o con los brazos cruzados.
- El lenguaje de Jesús es accesible, se hace entender por todos, y por eso utiliza las parábolas, los relatos breves y sugerentes, acudía a las imágenes (no había internet, ni medios audiovisuales), sin embargo, que “Comunicador”, y sin dejar muchos caracteres permitidos, porque en realidad no escribió nada, pero nos dejo su Presencia, vive en nosotros y en la comunidad.
- Proponía enseñanzas a través de comparaciones sencillas tomadas de la vida cotidiana, de la calle, del mercado, del metro, de la cocina. Diríamos hoy, del mundo que nos rodea, de nuestros ambientes, de la mentalidad de la gente.

Hasta aquí, hermanos y hermanos de la Familia Dominicana, cuanto más se podría escribir, seguramente mucho y mejor, pero confió en vuestro aporte personal, para que nuestra predicación sea la mejor, aún cuando no tengamos palabras, pero si testimonio.
¡Un abrazo y que las huellas de santo Domingo de Guzmán sean nuestras huellas!