Séptimo Modo de Orar
Séptimo Modo de Orar
En el séptimo modo de orar Santo Domingo sigue de pie pero sus brazos se unen y apuntan hacia el cielo. Esta postura nos indica la sintonía con Dios que le llama, que le impulsa; muestra su disposición para que lo arranque de lo normal y le encomiende una misión que va más allá de lo de siempre. Con este gesto responde a la llamada a la predicación, a la palabra que debe ser como espada de doble filo (Heb 4,12) como flecha, y de ahí la postura de sus brazos, que apunta muy lejos. Porque la palabra no tiene límites ya que es como el viento, como el Espíritu.
Esta forma de orar traduce la apertura del hombre a su Creador y su llamada hacia Él. Santo Domingo sabe que de Él emana todo ya que es la fuente de la que todo surge. Pero también sabe que es la meta y el origen de todo. Sabe que es lo más incognoscible, pero que a la vez es lo que más le concierne; lo más oculto y lo que más desea conocer. Santo Domingo ora de esta forma porque sabe que de Dios no se puede hablar con propiedad, pero también sabe que necesitamos hablar de Él con más necesidad que de ningún otro asunto. Lo menos conocido para nosotros es lo que más necesitamos; es aquello, en palabras de San Agustín, de que “nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
¿Dónde pudo cimentar Santo Domingo esta práctica? Desde mi punto de vista en Dios mismo, porque nuestro padre sabe que ha tenido a bien dársenos a conocer. Dios al revelarse, en Cristo, hace patente la profunda dimensión religiosa del hombre mismo, ya que en Cristo se revela el fundamento absoluto del ser humano: Dios. Esta forma de orar es la respuesta de Santo Domingo a la llamada a ser hijo de adopción, y por tanto heredero de la vida bienaventurada.
(Dibujos de Fr. Félix Hernández OP)