Testimonio de oración
Pienso que es difícil para un dominico escribir sobre la oración (al menos para mí lo es), pues nos pasa lo mismo que con el tiempo, vivimos en él, pero es ardua la tarea de definirlo, encerrarlo en esquemas, porque la vida que fluye a través del tiempo y de la oración no se circunscribe a nada, es libre como el Espíritu. La oración es parte de nuestro carisma, de nuestra vida; porque la vida que es tal, es relación, relación con los otros y relación con el Otro, el Transcendente, el Dios creador; fuera de esto no hay vida, aunque haya existencia.
Puesto que hay algo que decir, nos aventuraremos a definir la oración como el palpitar de un corazón inteligente. Pero ¿es esto una definición de oración? Y ¿por qué no? Al ponernos frente, junto…. a Dios, en el oratorio, en el campo, en nuestro interior, o donde queramos, lo hacemos con nuestro corazón, es un tú a Tú, un amor que se deja amar por el Amor, o al menos lo intenta. Y esto es toda una aventura y un reto al que cada día nos enfrentamos los dominicos. Sin embargo, no se trata de un corazón cualquiera que desea orar, sino de ese corazón inteligente que sabe “leer por dentro”. Y lee por dentro la vida toda, sus sucesos, lo cotidiano, esas pequeñas cosas que carecen de relieve, y tal vez esas otras más importantes. Y también lee por dentro a Dios, lo lee en su Palabra. Y oramos porque ello es un pilar seguro de nuestra vida de creyentes-dominicos, nosotros no podemos vivir sin mirar de frente a Dios y a los hombres.
Orar es escuchar a nuestro Padre y hablarle con confianza, porque sabemos que nos ama. Orar es escuchar al necesitado y hablarle a Dios de él, de sus pesares y sufrimientos. Así pasamos de un corazón inteligente a un corazón compasivo, al estilo de Santo Domingo de Guzmán, Nuestro Padre y Fundador. Orar es hacer silencio y escuchar nuestro interior, en ocasiones vacío de sentido, e intentar llenarlo con la Palabra que nos llama y reclama una respuesta personal, íntima, de tú a Tú. Orar es alabar a Dios y darle gracias por sus dones, por su misericordia; porque aunque en apariencia muchas cosas no “funcionen”, sabemos que el mundo está en Sus manos todo-cariñosas. Orar es leer a Jesús por dentro en el Evangelio y ver cómo cura, cómo alienta, cómo habla, cómo llama…
Orar es contemplar a Jesús viviendo con los discípulos, con Mateo (el publicano y pecador) para sentirlo vivo a nuestro lado porque, de hecho, lo está. Y para terminar descubriendo que lo mismo que hizo y dijo a cada uno de los que se encontraron con Él nos lo dice a nosotros y lo hace en nuestra vida si lo dejamos como hicieron ellos. Mateo… ¡Cómo nos podemos identificar con Mateo! Jesús llama al pecador y él responde. Por esto orar es escuchar en el interior la llamada de Jesús, “Sígueme…”. Óyela una y otra vez…Hazte eco de esta llamada… Cada día, aunque lleves muchos años en la vida religiosa o aunque estés dando tus primeros pasos en busca de sentido para tu vida. Escucha y responde, toma una resolución.
La oración es como el palpitar de un corazón inteligente
Tal vez esto sea orar, el palpitar de un corazón inteligente, que llega a convertirse en corazón compasivo; que sabe descubrir en la Palabra y en cada instante de la vida ese “VEN” que da sentido a la existencia de todo hombre que busca con rectitud de intención ser plenamente hombre. La Iglesia nos propone mirar a Jesús en actitud de ofrenda, descubrimos que también esto es orar, ofrecerse al Padre, como cada día hace y hacemos en la Eucaristía, por el bien de toda la humanidad. Y de otro lado se nos presenta a Jesús como Luz de las gentes, y también esto puede ser orar, acercar nuestra pequeña luz a la de los otros, para que la Luz de Cristo siga iluminando el mundo que nos rodea.