"Un Jubileo de la Misericordia en el Jubileo de la Orden"

Fr. Vicente Botella Cubells
Fr. Vicente Botella Cubells
Real Convento de Predicadores, Valencia

 

Este día 8 de diciembre se inaugura el Jubileo Extraordinario de la misericordia. Así lo ha querido el papa Francisco. Se trata de una decisión personal que hay que leer en el horizonte de su preocupación por centrar a la Iglesia en lo esencial, en lo nuclear. Priorizar siempre es signo de lucidez, ayuda a entender mejor las cosas y situarse ante ellas. Durante este año jubilar somos invitados por Francisco a centrar nuestra mirada en el misterio de la misericordia para lograr una conversión efectiva a ella; es decir, una conversión al corazón del Evangelio. Creemos que esta invitación sintoniza con naturalidad con la vocación dominicana. En consecuencia, este Jubileo de la misericordia, que coincide con el de los 800 años de la Orden, se ha de llevar bien con él; se complementan perfectamente. No puede ser de otro modo.

  El Papa Francisco enseña en la bula de la convocatoria del Jubileo que la misericordia es un atributo del Dios de la Revelación judeo-cristiana que, por tanto, expresa muy bien su naturaleza. Dios es misericordia y Jesús, claro, es su rostro visible. Siendo esto así, como nos recuerda, es posible hacer una síntesis de la fe a partir de la misericordia: ella dice a Dios y ella dice también al ser humano. Si Dios es creador del hombre hay en este una participación en la condición misericordiosa, que no puede caer en el olvido bajo pena de ladear algo sustancial de su ser.

  Desgraciadamente, comenta el Papa, las gentes de nuestro mundo han olvidado esta realidad. La misericordia no forma parte de la cultura contemporánea. No está presente, pero se la echa de menos. Incluso, afirma Francisco, la misma Iglesia ha contribuido a este olvido, al haber primado la justicia sobre la misericordia. Y esta circunstancia, claro, no ha favorecido el anuncio de la buena nueva. No es que la justicia y la misericordia se opongan. En algunos casos, incluso, la misericordia divina implica hacer justicia a las víctimas. Pero, y es en lo que hemos de meditar, el canal más efectivo dispuesto por Dios en la relación con nosotros es el de la misericordia. Francisco lo recuerda de la mano de uno de los nuestros, Tomás de Aquino: es propio de Dios usar de la misericordia y en eso se manifiesta su omnipotencia; la misericordia, por tanto, es la virtud de los superiores; y no hay nadie por encima de Dios. En consecuencia, Dios es misericordioso con el hombre y así revela su grandeza. Su justicia, a la postre, es misericordia. Por la senda de estas premisas, Francisco insiste en que la justicia es necesaria. Es un primer paso ineludible, pero no es el último. La perspectiva de la misericordia es el paso ulterior que, de manera sorprendente y graciosa, puede hacer posible que las cosas sean de otra manera. El propio Papa en el texto de la Bula tiende la mano a gente que ha hecho daño, mucho daño: criminales y corruptos. La última palabra, en suma, no es de la justicia, sino de la misericordia o de una justicia misericordiosa. Pues bien, a causa del anunciado anhelo de misericordia en un mundo poco misericordioso, Francisco está convencido de que este año jubilar es una gran oportunidad para todos: conviene a la Iglesia para que sea lo que ha de ser, oasis de misericordia; y conviene a los hombres que necesitan de ella para llegar a ser lo que son.

  Una de las propuestas jubilares para este año es la peregrinación. Con ella Francisco quiere recordar que la misericordia es una meta a alcanzar. Todos hemos de convertirnos a ella en un proceso interior y exterior. La meditación de la palabra y la reflexión sobre las obras de la misericordia serán instrumentos que ayuden a ello; pero esta actividad espiritual no se podrá separar de la salida real hacia los lugares periféricos en los que se hallan las gentes golpeadas y marginadas a las que hay que socorrer. Esta unidad de lo reflexivo y lo práctico, se podría decir, es la expresión preclara de una catequesis (o formación) integral que, a los dominicos, nos debiera interesar impulsados por las raíces de nuestro carisma. En este progreso itinerante hacia la misericordia, el Papa marca dos hitos: el primero negativo (no juzgar, no condenar), el segundo positivo (perdonar y dar). No es poco transitar por la vía apofática, pero mucho mejor es ahondar en la afirmación del perdón y regalar o regalarse a los demás.

  Otra propuesta papal que se puede unir a la anterior con facilidad es la de predicación de la gracia. El Papa la hace evocando la presencia de Jesús en la sinagoga de Nazaret, cuando hizo suyo el texto de Isaías que había proclamado ante sus conciudadanos. Si destacamos esta propuesta jubilar es por su cercanía al carisma de Domingo de Guzmán, predicador de la gracia. La tradición dominicana, pues, entronca de lleno con el sentir de esta indicación. Se trata, una vez más, de anunciar lo esencial, lo que no puede faltar. En este sentido, la predicación de la gracia misericordiosa (Domingo predicó siempre movido por la compasión) acerca con mayor nitides el rostro de Dios y la fuerza de su acción salvadora. Además, es el indicativo que hace posible la respuesta creyente y la conversión. Lo primero siempre es Dios y desde Dios se ha de entender lo demás, incluido el pecado.

  Finalmente, queremos comentar la invitación de Francisco al diálogo con otras tradiciones religiosas como una acción a tener en cuenta en estos meses de jubileo. Nos recuerda el Papa que el Islam y el judaísmo son religiones que, también, ven a Dios desde el prisma de la misericordia. Esto corrobora su universalidad y hace evidente que los cristianos hemos de hablar de la misericordia con otros creyentes; y hacerlo no solo por razones de paz o de convivencia (que ya son buenas), sino para encontrar la propia identidad en la verdad. Este diálogo entre religiones, pues, es una necesidad. Un diálogo en el que, de nuevo, el carisma de la Orden de Predicadores está bien arraigado desde sus orígenes y en el que debiera sobresalir por razones identitarias.

Concluimos. Comenzamos el Jubileo de la Misericordia. La familia dominicana lo hace en el seno de su Jubileo fundacional. Si la misericordia está en el fundamento de la experiencia de fe cristiana, no será para nada difícil a la familia de Domingo de Guzmán unirse a él y, de paso, actualizar sus propias raíces. Raíces de una predicación compasiva. Raíces misericordiosas que ya tienen 800 años.