Vida conventual en el presente
Antes de afrontar un pequeño acercamiento a lo que el título vislumbra, deberíamos definir y matizar dos términos que aparecen en dicha frase: “conventual” y “presente”.
Por un lado, la palabra “conventual” nos remite, dentro del subconsciente colectivo, a un edificio, además a uno muy concreto (con “celdas”, claustro, comedor, capilla, etc.). De esta manera, lo primero que nos vendría a la cabeza cuando dijésemos “vida conventual” serían las actividades que realizan los frailes en el interior del convento. Sin embargo, este matiz cercenaría una gran parte de la vida de los frailes, ya que éstos viven la predicación, la oración, el estudio, la compasión y la comunidad, muchas veces fuera de las paredes del convento. Por eso cuando mencione “vida conventual”, estaré aludiendo a la vida de los frailes, tanto dentro como fuera del convento, apropiándome de una significación más amplia del término. Por otro lado, con la palabra “presente”, me referiré al contexto socio-cultural y eclesial en el que vivo, que no tiene por qué ser válido para todos los casos posibles.
La vida religiosa se ha transformado a lo largo de la historia, por eso está VIVA
De este modo, y una vez aclarado lo anterior, presentaré la vida conventual en el presente con seis acepciones:
• Clausura: Empiezo por esta, porque incluye una de las preguntas más recurrentes que recibo, la de: ¿Podéis salir del convento? Esta pregunta responde al pensamiento inconsciente de encerramiento que comentábamos antes. Y sí: la vida del fraile no acontece solamente dentro del convento. Podemos salir tanto para nuestro apostolado, estudio u ocio.
• Oración: Continúo por esta, porque la oración ocupa un lugar fundamental. Es el corazón de nuestra vida. Por un lado, está la oración privada de cada fraile, donde se estimula la relación con Cristo de manera personal, y por el otro está la oración comunitaria, que se compone de la celebración diaria de la misa y el oficio divino (rezo de la mañana y de la tarde).
• Comunidad: Siguiendo con el anterior punto, la comunidad que ora unida intenta alcanzar la premisa que aparece en la regla de San Agustín: “tengáis un solo corazón y una sola alma”. Para así ser como Nuestro Padre Domingo, que cuentan de él que “en casa y en viaje, de día y de noche, era asiduo en el oficio divino y en la oración y celebraba con gran devoción los misterios divinos”. También de la comunidad cabe destacar la experiencia de pobreza que se tiene. Los gastos propios se deben justificar, y es una manera de estar alerta ante el consumismo, destruyendo nuestro orgullo, abriéndonos a la humildad, y recordándonos que no somos autosuficientes. Nos hace abrir la mano, la mente y el corazón a mi hermano que tengo delante.
• Compasión: Al orar como comunidad, nuestra oración intenta ser intercesora de los sufrimientos del mundo. La verdadera oración nos hace responsables del sufrimiento del prójimo. Ocurre lo mismo que con el voto de pobreza. Este nos ayuda a construirnos como personas, acogiendo en nuestras entrañas las necesidades del hermano como propias.
• Estudio: Para cumplir dominicanamente lo dicho, necesitamos unas herramientas para poder afrontar esas contrariedades de la vida que suceden en forma de injusticias en nuestro entorno. La búsqueda de la Verdad nos ayuda a depurar los fundamentalismos y relativismos, para poder seguir a Cristo de una manera coherente con el Evangelio.
• Predicación: Así llegamos al por qué de nuestro carisma, que con posibilidad de vivir dentro y fuera del convento, con una vida centrada en Cristo, con una comunidad que vive este amor de Dios, con una mirada amorosa al sufrimiento y descubriendo en él al Cristo crucificado, lleva la Buena Noticia al prójimo.
Por último, recogeré una de las preguntas que también me han hecho: ¿Tiene futuro la vida religiosa? Yo digo rotundamente que sí. La vida religiosa se ha transformado a lo largo de la historia constantemente, por eso justamente está VIVA. El futuro de la vida religiosa no se comportará de una manera rectilínea. Ciertas congregaciones desaparecerán, otras nacerán. Pero lo que está claro es que la vida religiosa es un ámbito de existencia organizado que recibe la visita de Dios, y eso siempre tiene futuro.