Bolonia, lugar dominicano

Fr. Ismael González Rojas
Fr. Ismael González Rojas
Convento Virgen de Atocha, Madrid

Pues narran las lenguas de la tradición que nada hay más dulce y entrañable que la llamada del Señor a la vida eterna en el contexto de una comunidad de frailes predicadores en un convento dominicano.
No, no es mi pretensión comenzar por el final sin haber ni siquiera esbozado el capitulo que nos ocupa.

Bolonia, Italia.
Cualquier fraile de nuestra Orden que sea preguntado por Bolonia le sucederá algo similar a lo siguiente: palpitará en su retina la polaridad de lo real y lo trascendente en una combinación acrisolada por la letra y el espíritu.
Bolonia es, acuñando palabras de la memoria, la pasión por el estudio, la intrepidez vivificante de nuestra legislación y el recuerdo vital de una presencia permanente.

Comenzamos.
Bolonia, tildada en la lengua del pueblo como ciudad roja y docta por el color de sus tejados y fachadas y por la universidad que alberga entre sus calles, esta situada en la parte septentrional de la vecina Italia. Entre sus numerosos edificios de destellos color carmesí, nuestra mirada se detendrá, claro está, en el convento patriarcal de Santo Domingo y en la basílica de su mismo nombre. Si hasta allí te propones acercarte podrás encontrar entre sublimes tallas de un mármol color blanquecino, los restos mortales del fundador de la Orden de Predicadores. Pero si en tu viaje es el espíritu de Santo Domingo de Guzmán lo que quieres hallar, habrás de buscarlo entre el verbo de los frailes y los desvelos de sus libros, allí donde la tenue melodía de palabras escondidas entre piedras y miradas se hace predicación, vida comunitaria, misión. Como un tal Shakespeare diría: así nuestra vida libre del público boato, halla el verbo en los árboles, la ciencia en los arroyos, sermones en las piedras, virtud en cualquier parte..

En mi mente aún joven de fraile dominico resuenan con fuerza las palabras que un día escucharon las piedras de Bolonia y creyeron los oídos de los hermanos, os seré de más ayuda desde allí. A la muerte del santo y ante las lágrimas del novicio, Domingo de Guzmán muestra su confianza en la presencia permanente de Dios en la historia de los hombres. Muchas tardes al finalizar el rezo de vísperas los hermanos piden que se haga realidad en sus vidas esta plegaria con la antífona, O spem miram quam dedisti mortis hora te flentibus, dum post mortem promisisti te profuturum fratribus: Imple Pater quod dixisti, nos tuis iuvans precibus. Qui tot signis claruisti in aegrorum corporibus, nobis opem ferens Christi, aegris medere moribus. Imple Pater quod dixisti, nos tuis iuvans precibu (“Qué maravillosa es la esperanza que has dado a quienes te han llorado a la hora de tu muerte, prometiendo luego de tu partida, ayudar a tus hermanos. Cumple padre, con lo que has dicho y ayúdanos con tus oraciones. Tú que has brillado a través de tantos milagros, trabajando en los cuerpos de los enfermos, danos la ayuda de Cristo para curar nuestras almas enfermas”).


Pero si Bolonia es intercesión continua, de la misma manera es memoria de búsquedas y desvelos en la Palabra estudiada. Un fraile de mi comunidad oxoniense dice que no por casualidad la biblioteca conventual se halla adyacente a la iglesia. Pues la alabanza lleva al estudio contemplativo que a su vez es puerta de acceso a la misión de predicación encomendada por Santo Domingo a sus frailes. El estudio la búsqueda de la verdad, la pasión por escudriñar los hondos significados de lo real y lo trascendente.
Palabra estudiada y hecha vida. Palabra que fragua en los dos Capítulos Generales habidos en Bolonia, con santo Domingo a la cabeza, en una legislación que hace de la libertad humana la base de una predicación responsable, de una fraternidad gozosa y de una orden universal.
Bolonia, que a instancias de Reginaldo de Orleans escuchas entre tus muros basilicales el conmovedor saludo de los frailes al acabar su jornada: Salve Regina, mater misericordie….

Madre de la misericordia, madre de los predicadores, Bolonia roja y docta.