Adviento, el tiempo del deseo
1º DOMINGO DE ADVIENTO
¿Realmente nos creemos que Dios se hace presente en nuestra historia?; ¿Qué implica esto en mi vida?. Sí solo nos hiciéramos la primera pregunta sin duda todos los que nos decimos creyentes responderíamos que “¡claro!”. Pero resulta que la consistencia de este sí queda condicionada por la realidad de la respuesta a la segunda pregunta “¿en qué me implica esto?”. No basta con dar una respuesta que sólo sea bella, o ambiciosa, o lógica, ni siquiera profunda, es necesario sobre todo que sea real, por tanto desde la experiencia. Pero además tenemos que asumir la necesidad de que sea una experiencia cierta y que no sea una simple manipulación nuestra. Esto supone necesariamente que no sea contradicha con la realidad comprobable de las cosas, de nuestras relaciones con los demás y con nuestro mundo. De lo contrario, estamos ante una fantasía alienante, incluso aunque se intente justificar con la razón, la belleza o los sentimientos .
Cuando nos planteamos en serio estas cuestiones tenemos que acudir necesariamente a la fe, una fe que es en realidad una actitud vital. Desde esta fe sí es posible afirmar y dar testimonio de que Dios se hace presente en nuestra Historia. Pero al mismo tiempo al mirar el mundo y también a nosotros, a nuestra realidad, no nos queda más remedio que admitir que es limitada y que por tanto siempre nos quedan más deseos de Dios. El mismo deseo que nos mueve a mejorar nuestro mundo, nuestras relaciones y nuestra propia vida es deseo de Dios, sin duda. Desde este mismo deseo, cuando es sincero, damos testimonio de la presencia de Dios y de que él mueve nuestra vida. El deseo es el principio de las grandes obras, y que obra más grande que ser cooperadores con la acción de Dios de llevar a la humanidad y a la creación entera a la plenitud. Pero, claro, un deseo se comprueba que es real y que no es mera ilusión momentánea cuando se traduce en acciones, actitudes, cuando se evidencia en nuestra propia vida.
Así, la fe en que Dios se hace presente en nuestra historia y el deseo de que se haga cada vez más requieren de nosotros una actitud de apertura y un tiempo. Dios respeta nuestros ritmos de crecimiento físico, psíquico y espiritual. Este tiempo que necesitamos nosotros y la humanidad entera para darnos cuenta para tomar conciencia de la presencia y desearla cada vez más es el Adviento. Dios se hace presente, pero no nos hace el trabajo, este darnos cuenta, esta confianza, este desear cada vez más el advenimiento de Dios es cuestión nuestra. Pero su presencia es el mayor regalo y el mayor Don de Dios a su creación, y es totalmente gratuito. Con su presencia, Dios muestra su amor a todo hombre y mujer, y a su creación entera con todas sus grandezas y limitaciones.
Que el Dios que se hace presente en la historia nos aumente la fe y nos conceda darnos cuenta y desear su constante venida a toda a su creación, a esta humanidad y a cada uno de nosotros.