Caminar con Jesús
Decimotercer Domingo del Tiempo Ordinario
El camino dentro de la Biblia es un elemento que contiene mucho significado. Ese camino posee connotaciones de avanzar hacia algún lugar determinado, con una dirección y un itinerario claro, al que nos encaminamos.
En el texto Evangélico aparece ese camino, esa ruta hacia Jerusalén, donde se encuentra Jesús, junto con los discípulos. El final y el trasfondo de ese recorrido se encaminan a un destino irremediablemente trágico, pues Jesús en ese camino va asumiendo su destino definitivo que conduce a la muerte en Jerusalén, y a la vida para Dios. De este modo los cristianos valoramos en ese caminar el principio y fundamento de nuestra fe.
En nuestra vida y en nuestro caminar dentro de un proyecto determinado, asumimos nuestro destino de una forma determinada, de acuerdo con lo que creemos y hacia donde queremos llegar. Y en este modo de asumir la vida como cristianos y seguidores de Jesús es donde el Evangelio nos da una serie de pistas, para ayudarnos a una vida cristiana más sugerente y plena.
El seguimiento de Cristo en un primer momento exige andar abierto a expectativas nuevas, a quitar seguridades a las que estamos tan acostumbrados. Quizás lo tenemos todo preconcebido, cómo comportarse, cómo realizar esto o lo otro, de forma que todo quede atado. Sin embargo la lección de Jesús es otra bien distinta, se necesitan personas libres, que no se sometan a comodidades, que más que avanzar en el camino son piedras que dificultan la verdadera vida en el Espíritu. Así lo hace entender en el texto, cuando dice que “el Hijo del hombre no tienen donde reclinar la cabeza”.
Otra forma de seguir a Jesús es de forma clara, concisa, reconociendo en Él mismo nuestro horizonte hacia el cual vamos caminando. Es una invitación a recorrer el camino junto al mismo Jesús en plenitud. Desviarse de ese camino lleva consigo dejarse arrastrar por la muerte y no aceptar una vida que conduce al Reino de Dios. De ahí que Jesús hable de “dejar a los muertos y se anuncie el Reino de Dios”.
El relato se hace eco de continuar caminando con Jesús de forma total, con todo lo que conlleva para nuestra vida. Las implicaciones que se derivan de ello, y la aceptación de los envites que surgen en la ardua tarea del caminar junto al Maestro, son el ingrediente principal de nuestra vocación. Lo contrario sería estar dividido en diversos planteamientos que lo que hacen es restar energías, andar a medias tintas, sin convencimientos plenos por el proyecto inaugurado por Jesús. Por eso afirma contundentemente que se necesita “andar hacia delante y no mirando atrás continuamente, dificultando la tarea del Reino de Dios”.
Por tanto podemos concluir que el camino junto a Jesús necesita de valentía y de arriesgarse en el bonito proyecto de Dios. Se necesita gente despierta, atrevida que continúe ese plan establecido por Dios en Jesús. Sabemos de las dificultades que puede entrañar esta opción por Jesús, porque no es un camino fácil y puede resultar incómodo en alguna ocasión. Pero si nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús, nos daremos cuenta de que merece la pena fiarse de Él, porque nunca defrauda.