Y tú, ¿quién eres?...

Fr. Alejandro López Ribao
Fr. Alejandro López Ribao
Convento de San Vicente Ferrer, Valencia
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Jesús, antes de afrontar los grandes momentos de su vida, siempre se retira a orar. Así es como nos lo presenta el Evangelio de hoy. Pero está vez el gran momento no será una conmovedora curación, ni un prodigioso milagro, sino una pregunta.


El diálogo ahora se convierte en el vehículo de la revelación, pero, frente a lo que nos pueda parecer en un primer momento, lo que aquí se está revelando no es sólo la identidad de Jesús como el Hijo de Dios, sino nuestra propia identidad como cristianos.


Es fácil saber o etiquetar quién es el otro. A los discípulos no les es difícil atribuirle identidades importantes a Jesús, aunque estas no sean ciertas. Es Pedro el que acierta cuando el Maestro pregunta “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Pedro le declara el Mesías, es decir el Ungido de Dios, el Salvador. Para nosotros todos estos títulos nos suenan iguales y vacíos a fuerza de repetirlos, pero la verdad profunda que en ellos se esconde es que Jesús es el modelo de hombre, es la Persona que ha enviado el Padre para que contemplemos y amemos lo más profundo y verdadero de nuestra naturaleza. Jesús es nuestro modelo de humanidad y como tal lo proclama Pedro. Hasta aquí todo puede ser fácil.


Pero Jesús, sin preguntar explícitamente, culmina este momento central de su vida con otra pregunta: “Y tú, ¿quién eres?” o quizás podríamos precisar diciendo “Y tú, ¿dices que soy el modelo de tu vida?” Cristo deja muy claro quienes son los que le siguen, quienes son los que siguen sus pasos: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Aquí el Evangelio nos está hablando de la medida y prueba de la vida cristiana. La vocación cristiana no es algo ilusorio o fantasioso lleno de castillos en el aire espirituales, sino un ejercicio de realismo esperanzado, un ejercicio de saber llevar nuestras cruces de cada día (mi debilidad, mis oscuridades) no con resignación sino con sentido cristiano, viendo tras ellas el poder salvador de Dios que a todo le da vida.


Jesús se ha dejado interpelar por sus discípulos, pero en realidad nos está preguntando silenciosamente a cada uno de nosotros. Frente a Él nos surge la pregunta de si realmente le seguimos o simplemente le nombramos, si realmente lo proclamamos como nuestra Verdad o tan sólo lo etiquetamos. Cristo nos pregunta quiénes somos, y si decimos que somos cristianos nos deja bien claro el camino que nos espera, pero también la recompensa que nos promete.