¿Capacidad? (Domingo XXXIII del T.O ciclo A)

 
      Estimado lector, el evangelio de Mateo nos presenta la responsabilidad que cada persona tiene con lo poco o mucho que Dios le ha dado. No comprometernos tiene consecuencias. Los cristianos son los siervos a quienes Jesús, su Señor, encarga hacer fructificar sus dones para el desarrollo del Reino, y que, desde luego, deberán rendirle cuentas de su gestión. Realmente esta parábola nos dice que todos tenemos una participación activa en el Reino de Dios: es arriesgarse por ese Señor que no espera grandezas de tu persona, pero si compromiso. Jesús espera que, desde tu circunstancia, desde allí donde tu estas, hagas lo que puedes con compromiso y responsabilidad. El Señor no ama a los cómodos miedicas que no arriesgan ni ponen en servicio lo que por don les ha sido dado, así les dirá “¡Siervo malo y perezoso!....Debías haber hecho producir lo que te dí….”. No es bueno guardarse los talentos para cada uno. 

     Los cristianos, hoy más que nunca, debemos ser misioneros y poner al servicio de la comunidad nuestros talentos. Dice el papa Francisco en la Evangelii gaudium “es vital que la Iglesia -o sea, nosotros los cristianos de a pie y los que los de la atalaya, ya que Iglesia somos todos- salgamos a anunciar el Evangelio a todos, sin demoras, sin asco y sin miedo.” Nos invita a ser los primeros en la evangelización “¡Atrevámonos un poco más a primerear -a ser los primeros-!” “El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos…”. La comunidad debe «fructificar». “la comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda”.

    Querido hermano, cada uno de nosotros tiene un talento especial, o muchos, que Dios nos ha dado. ¿Cuál crees que es tu don? Creo que lo primero que debemos hacer, es examinar nuestra vida, para saber qué cosas sabemos hacer mejor que otras. No se trata de decir, “yo no soy bueno para esto o para esto otro.” Se trata de lo contrario, deslindar todo aquello para lo que somos realmente buenos. Muchas veces ser diestro en algo supone nada más que el interés que le demos a esa actividad. Tildamos de “vale” o “no vale” a personas que supuestamente tienen o no tienen mucha inteligencia. Y a fin de cuentas, ¿Qué quiere decir tener inteligencia? Por esa razón es menester que nos volvamos hacia dentro y veamos qué nos mueve con más con intensidad. Eso nos dará una idea de para qué somos buenos.

    En última instancia sabremos para qué nos puso Dios en este mundo. Lo reprochable es guardarse los talentos para uno. Fue lo que hizo el último de los hombres a quienes el amo les dio los talentos. De alguna manera debemos poner a funcionar esos dones para el servicio de los demás. Quizá conozcamos a personas con unos talentos formidables, que por excusas parecidas a las de ese hombre de la parábola, dejan perder oportunidades inmensas de ayudar y ayudarse.Por eso, el cultivo de las virtudes y de los talentos debe ser nuestro norte. Y sobre todo, siempre con el prójimo en mente. Cuando hagamos un trabajo en el que seamos buenos, siempre hagámonos esta pregunta: ¿Cómo beneficia mi trabajo a mi prójimo? Asimismo preguntémoslo cuando dejemos de hacer algo por defender nuestra comodidad.


    Al final de nuestra vida cada uno ha de dar cuentas a Dios de su comportamiento. Pero esto no hay que mirarlo como algo condenatorio que va a ocurrir ya, sino, que es una llamada de atención que el Señor expresa. El evangelista Mateo hace continuas referencias a la próxima venida gloriosa de Cristo (la parusía), insiste constantemente en la necesidad de la vigilancia. Vivir una vida vigilante.