Con los ojos de la fe - Tercer domingo de Pascua
En el evangelio de este tercer domingo de Pascua vemos como Jesús resucitado se presenta en medio de sus discípulos, los cuales, llenos de miedo, creían ver un fantasma. No les fue nada fácil reconocer a Jesús resucitado. Vieron hasta sus manos y sus pies, y aun así, se dice en el evangelio que seguían atónitos y no acababan de creer. Por eso Jesús les pide algo de comer, y más tarde, después de decirles que todo lo escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de Él tenía que cumplirse, les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.
Gracias a estos signos que hace Jesús, los discípulos superan la duda y se abren al don de la fe. Como a los discípulos también a nosotros, cristianos del siglo XXI, no nos es fácil reconocer a Jesús con nuestras propias fuerzas. Necesitamos que el mismo Jesús nos abra el entendimiento y nos de el don de la fe para poder reconocerle. En el pasaje del camino de Emaús vemos como los discípulos no le reconocen hasta la fracción del pan. A Jesús, por tanto, no le podemos reconocer sino con los ojos de la fe.
Jesús, una vez que les abre el entendimiento, lo que quiere es que sus discípulos se conviertan en testigos. Testigos que hablen de lo que han experimentado con Él y que prediquen en su nombre, es decir, con autoridad, por todo el mundo. Encontrarse con Jesús resucitado es una experiencia tan gozosa que no se puede callar, sino que es una experiencia que desborda de una alegría tal, que empuja a anunciarlo a los demás.
Hoy en día, igual que siempre, se necesitan testigos que hablen de Jesús resucitado. Y que hablen de Él, no de una manera teórica, sino desde la experiencia personal que se tiene de Él. Pero para tener una experiencia personal con Él se necesita un trato de amistad especial. Se necesita dedicarle tiempo. Se necesita mirarle con los ojos de la fe, y poner la vida en sus manos; se necesita dejar que Él sea el único rey de tu vida. Cuando esto ocurre, es tal el gozo interior, que no puedes menos que convertirte en testigo suyo, anunciándolo con alegría. ¿Has tenido experiencia de Jesús resucitado? ¿Puedes ver la mano de Dios en tu vida?
En nuestro mundo, cada vez más secularizado, no es difícil encontrarse con personas que son verdaderos testigos de Jesús y que gastan su vida en anunciarlo con valentía. ¿Acaso no será apasionante ser testigo de Jesús? ¿Estarías dispuesto a convertirte en testigo del resucitado, anunciándolo a los demás?