¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!
Queridos todos:
Año tras año celebramos con tanta felicidad el misterio de la Resurrección. Este año lo hemos celebrado, aunque en circunstancias muy especiales. Un misterio, una historia que seguramente será la más increíble de toda la humanidad. Un misterio que traspasa los límites de la comprensión humana. Sin embargo, en la resurrección de Cristo hay hechos tangibles, verdaderos, y que han sido motivo de reflexión y profundización en el misterio central de nuestra fe. Creemos, aunque no hemos visto y tocado, que Cristo vivo y resucitado está presente en medio de nosotros.
En el preciso momento en que la Iglesia recién nacida parecía haber desaparecido para siempre, cuando se encontró reducida a escombros y sus discípulos habían perdido la fe, de improviso todo cambió radicalmente. Una alegría fuera de sí, incontrolable, ocupará el lugar de la desolación y la desesperación. Aquellos mismos discípulos, tristes y sin fe, de pronto comienzan a proclamar con coraje y valentía la victoria del Hijo de Dios.
El Resucitado permanece en persona en medio de su Iglesia.
Algo grande y maravilloso ocurrió, algo misterioso pero verdadero sin lo cual, hoy año del Señor 2020 y en plena crisis de la pandemia Covid-19, no existiría el cristianismo. Para los primeros discípulos, la resurrección no supuso únicamente la alegría de hallar de nuevo a su Maestro, sino la victoria sobre las fuerzas de las tinieblas, la garantía del triunfo final de la verdad de Dios, de la invencibilidad del bien, que se había encarnado en Jesús de Nazaret. Si Cristo no ha resucitado, dice san Pablo, nuestro anuncio y nuestra fe carecerían de sentido. De esta idea vivirá el cristianismo. El día de la Pascua es el día en el que proclamamos nuestra fe, no solo en la inmortalidad del alma, sino en la victoria sobre la muerte, sobre las tinieblas y sobre la corrupción. La verdad de la resurrección de Cristo es una verdad entera, plena. No solo una verdad de la fe, sino también una verdad que alumbra la razón.
Queridos hermanos, la luz de la Pascua no solo alumbra la razón, sino el presente y el futuro, puesto que la resurrección comporta la realidad de la presencia de Cristo en medio de nosotros. El Resucitado permanece en persona en medio de su Iglesia, como hermano, como amigo y Salvador, como un rostro siempre visible y siempre vuelto hacia cada uno de nosotros.
¡Feliz Pascua de Resurrección!