Dios es vida que se comparte - Trinidad
«Dios amó al mundo». El Antiguo Testamento también proclama esa buena noticia al pueblo escogido, pero el Evangelio agrega una novedad: Dios tiene un Hijo y lo ha entregado para que tengamos vida. El Creador no es un ser que vive aislado allá en lo alto. Todo lo contrario: el Señor es vida que se comparte. Por eso el monoteísmo cristiano afirma que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es uno, pero esa unidad no riñe con la pluralidad. La huella de este misterio se advierte en nuestra necesidad de relacionarnos con otros; en la sed de amar y ser amados.
Hablar de la Santísima Trinidad es referirnos a la vida que se comparte. Ante el agobio provocado por tantas malas noticias o por la zozobra de un futuro incierto, la soledad es un sentimiento que fácilmente nos invade. Sin embargo, hoy el Evangelio nos comunica una buena noticia: nadie está solo, Dios es una eterna entrega de amor; así como el sol nunca deja de compartir su energía y dar vida a la tierra. La espiritualidad cristiana no es para ser vivida aisladamente, sino que es una fiesta en la que nos descubrimos parte de una comunión de amor, sin perder nuestra individualidad, pero parte de un cuerpo cuya cabeza y fundamento es el mismo Señor del universo.